En Stet [vale lo tachado] la editora británica Diana Athill comenta una anécdota que marcó su experiencia como editora de mesa. Según cuenta Athill, alguien que no sabía escribir y que parecía conocerlo todo sobre el descubrimiento de Tahití presentó a la editorial Allan Wingate un libro escrito tosca y laboriosamente ‘que de una vez por todas me enseñó la naturaleza de mi oficio’. En vista de que la persona a quien la editorial había contratado para editar el libro no hizo su trabajo ni siquiera a medias, Athill debió ocuparse de la edición del texto para que éste pudiera ser publicado.
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