Me llamo… Bernabé Naharro Sanz
Y en el sector del libro o como mero lector se me conoce como… De librero se me conoce como Berni.
Durante un muy breve tiempo probé con un blog en el que escribía como Bernie Ohls, Librero Hard-boiled, pero no fui lo suficientemente disciplinado para mantenerlo.
Me gusta leer porque… Me completa. Estimula mi fantasía. Creo en las historias. Me hace sentir. Sólo son algunas de las razones.
Cuando tenía doce años quería ser…Es posible que quisiera ser superhéroe… Imagino que eso no dice mucho a favor de mi cordura… ¬¬U
Hoy soy…El proyecto de un narrador (no me gusta la palabra escritor, y respeto demasiado la palabra autor; yo quiero ser narrador) Trabajo en una novela. El tiempo dirá.
Y también soy librero porque, aunque actualmente no ejerza, ser librero (librero de verdad) es como ser Vengador: librero una vez, librero por siempre.
Cuando me toca contarle a un extraño en una boda por qué me gusta leer o ando entre libros le digo que…Acostumbro a decir que estoy enfermo y acumulo libros porque tengo Síndrome de Librógenes. 😛
Lo cierto es que siempre me han atraído los libros y, lo más importante, los he tenido a mano.
En mi casa debe haber grabaciones en vídeo BETA en las que, con siete u ocho años, ya estoy con libros de animales o dinosaurios. También con esa edad recuerdo una tarde/noche de lluvia tremenda en Durango. Salí corriendo para que me diera tiempo a comprar dos librojuegos tipo “Elige tu propia aventura” en una librería que no estaba precisamente cerca de mi casa (me gustaría saber si sigue existiendo) antes del entrenamiento con el equipo de futbito del colegio. Me calé hasta los huesos pero eso no me importaba. Los libros, sin embargo, sí que me preocupé de que estuvieran bien resguardados entre la ropa en la bolsa de deporte: tengo la imagen grabada de, una vez llegado al vestuario, abrirla para asegurarme de que estaban secos.
Sin embargo, en realidad mi día a día es más bien así:…A día de hoy, mi pareja y yo nos levantamos por la mañana y vamos a la biblioteca de Badajoz donde está cubriendo una baja. Mientras ella trabaja en lo suyo, yo trabajo en lo mío: escribiendo, leyendo, tomando y releyendo notas… A la una y media volvemos a casa, almorzamos, hacemos las tareas domésticas que encarten y reposamos un poco para luego regresar a la biblioteca de cinco a ocho. A la salida, hacemos compra y de nuevo para casa. Todo bastante anodino.
Lo cierto es que lo más excitante de mi día a día (dejando aparte el trabajo en la novela) es cuando entro a primera hora de la mañana en mi cuenta de Comunio para ver si me he llevado los futbolistas por los que he pujado en la subasta del día anterior (hoy me llevé a Abraham Minero, defensa del Eibar). Como soy hipertenso severo me viene bien que sea así (quien no se consuela es porque no quiere).
Los fines de semanas estamos aprovechando para conocer la zona (Badajoz, Mérida, Elvas…).
Lo más raro que me ha sucedido nunca fue cuando…Ciñéndome a historias dentro de mi oficio (que son unas pocas porque a las librerías acuden muchos locos) creo que me quedaré con una que vino a ser más o menos así:
Estaba en uno de los mostradores de información, pendiente de la pantalla del ordenador, cuando oí que un cliente soltaba con fuerza una pila de libros sobre la mesa. Levanté la vista y vi que me miraba de manera intensa, sin parpadear. A continuación miré los libros: eran cuatro y todos de esoterismo. Sólo recuerdo que uno de ellos era “Las profecías de Nostradamus”. Me hice cargo rápido de la situación.
-Buenas tardes -dije.
-¿Aquí reservan los libros? -me dijo el cliente sin mediar saludo
-Sí.
-¿Cuánto tiempo?
-Una semana.
-Vale -me dijo.
Puse las manos sobre el teclado del ordenador y dije:
-Dígame sus apellidos.
-¡No, no! ¡Yo no quiero dar mis datos!
-Si quiere hacer una reserva tengo que registrarla en el ordenador y tengo que registrarla a un nombre.
-¡Pero yo no quiero dar mis datos!
-De acuerdo, como quiera. Entonces yo no puedo hacerle la reserva.
Todo esto, él sin dejar de mirarme fija e intensamente, y yo totalmente relajado, monotono (no monótono), con todo el cuajo. Durante unos segundos se hizo el silencio entre nosotros, sin dejar de mirarnos, hasta que me dijo.
-Vale.
-¿Vale qué?
-Le doy mis datos.
Volví al ordenador.
-Dígame su primer apellido
-Vicente [no recuerdo los nombres, sólo que eran nombres]
-No, no, su primer apellido.
-Vicente -insistió.
Y en el primer apellido puse Vicente.
-¿Su segundo apellido?
-Ramón.
Y puse Ramón. Para qué insistir.
-¿Su nombre?
-Gloria. -Y cuando estaba tecleando Gloria en el nombre, como para justificarse, añadió:- Es que tengo muchos nombres.
-Ya -dije yo. Cogí una goma elástica, se la puse a los cuatro libros, puse la pegatina con el código de cliente y añadí.- Los tendrá reservados una semana. Sólo tiene que venir a cualquiera de los mostradores de información, dar su nombre y se los sacarán de la reserva.
-Vale. –Nuevamente se hizo el silencio … para, finalmente, preguntar:- ¿Puedo irme ya?
-Sí.
Y con paso acelerado se fue de la librería.
Una vez se hubo marchado, entré en la ficha que había creado y puse en observaciones que Gloria Vicente Ramón era un hombre que había apartado unos libros de esoterismo cuya reserva había que anular en una semana. Los puse con el resto de las reservas y lo primero que hice cuando entré a trabajar una semana después fue anularla.
Porque, lo mismo que el asesino de Juan Jacinto Muñoz Rengel, yo soy un librero de moral kantiana.
Y lo peor… La muerte de un compañero.
Respecto a lo peor del mundo del libro (generalizando) diré que los autores. Algunos me dicen que lo peor son los agentes literarios. No lo sé, la verdad, pero no lo creo.
Aún más, si te dedicas a lo mío la gente no dejará de tocarte las narices con… Preguntarte si te has leído todos y cada uno de los libros, si los libros no tienen rebajas en enero, si el libro de bolsillo está completo. Pedirte libros con títulos equivocados (¿a qué librero no le han pedido Los pilares del mundo?) o autores erróneos (como El jugador del Doctor Yevsky), o supuestas novedades que llevan dos años a la venta, o libros que has de adivinar con la única información del color y el formato de la portada (somos una suerte de oráculos)…
También están los profesores preguntando si hay descuento para profesores; los autores que vienen el día que sale a la venta su libro y, pese a estar evidentemente colocado a la vista y en cantidades ingentes, te recriminan que no ven su libro porque no lo han visto donde piensan que debería estar (o en el escaparate); los clientes que quieren acertar sí o sí con el libro que regalen y no tienen ni idea de los gustos (ya no sólo los literarios, sino incluso los cinéfilos o musicales) del obsequiado; también aquellos que juran y perjuran haber visto en El Corte Inglés un libro que saldrá en dos meses, o los que, en Navidades, cuando ya se ha agotado en todas partes el bestseller del momento, te preguntan si no tendrás alguno por ahí escondido; y también los que le dan la vuelta a libros de Pío Moa y César Vidal (o Felipe González y Josep Fontana) en la mesa de novedades de ensayo…
He perdido el entusiasmo por lo que hago cuando…Puntualmente cuando me he sentido desbordado, algo muy común si eres librero. En una librería siempre hay trabajo que hacer (y que queda sin hacer).
También me descorazona muchísimo pensar que vivimos en un mundo (tanto el mundo en general como el del libro) en el que no importa tanto lo que valgas como el precio al que te vendas.
Pero soy un idealista que procura resistir.
Sin embargo, lo mejor de mi trabajo, sin duda, es…Hacer una recomendación, que el cliente vuelva para darte las gracias y veas brillo en sus ojos cuando rememora la historia leída. No tiene precio.
El mejor día que recuerdo en el trabajo fue cuando…Buufff, hay muchos. Puesto a decidirme me quedaré con los días de San Valentín. Compraba rosas y bombones que mis compañeras recibían anónimamente en el trabajo. Resulta increíble cómo un detalle tan nimio envuelto en un poco de misterio podía alegrar y animar el día.
Llegabas en el turno de tarde y las veías sonrientes, con la comidilla de adivinar quién podía haberlas mandado. Logré mantener el misterio unos cuantos años. Algunas sospechaban de mí pero yo lo negaba y, como acostumbro a ser bastante sincero, me creían y volvían a sus dudas.
Las pobres no podían saber que soy bastante sincero, sí, pero soy aún más tímido, aunque lo disimule.
Cuando quiero tomarme un descanso me dedico a…Dormir. Me encanta. Soy muy marmota.
También me relaja jugar a RPGs (Role Playing Games) de videoconsola. Cuentan bonitas historias, no son muy exigentes en atención y acostumbran a ser bastante automáticos en su juego. Me hacen entrar en una suerte de ZEN.
Así es como veo el futuro de mi profesión…Todo invita a ser pesimista. Yo, por mi parte, pienso que todo depende de la sociedad que resulte de esta última crisis, que no es tanto una crisis económica como de valores. Si se refuerzan los valores, si la sociedad se conciencia, el libro y los libreros ganarán peso e importancia, y el futuro será mucho más luminoso. Si no… bueno… será todo mucho más duro y oscuro pero quiero creer que sigue habiendo un montón de gente que sueña con montar una librería y de libreros que siguen apasionados por su oficio: alguno tiene que acabar dando con la tecla (o teclas) que garantice un modelo de negocio viable y con futuro.
Yo, allá donde voy, estoy pendiente. En Málaga, por ejemplo, hace pocos meses ha abierto una librería de segunda mano llamada Hombrecillos Verdes, especializada en ciencia ficción, terror y fantasía; aquí en Badajoz, he conocido Tusitala, una librería muy coqueta que apenas tiene un año… Intento comprender sus modelos, dialogar con sus dueños… Siempre les recomiendo que se lean Vender el alma: el oficio de librero de Romano Montroni (Fondo de Cultura Económica) si no lo han hecho ya. Procuro seguir aprendiendo pero, sobre todo, que mi propia experiencia pueda serles de utilidad.
Eso sí, si un día logro jubilarme querré pasar el tiempo que me queda… Con Vero, mi pareja. Todo lo demás no importa.
El último libro que he leído ha sido… La rubia de ojos negros, de Benjamin Black (Alfaguara). Y me gustó mucho. Realmente suena a Chandler.
El último cómic ha sido Asgard: Edición Integral (Norma). Quiero citar cómics porque muy posiblemente hayan hecho tanto o más que los libros para convertirme en lector.
Y lo conseguí en… El libro en Librería Luces (Málaga), por supuesto. Los cómics los compro siempre en En Portada Cómics(Málaga) pero este último lo he pillado en Badajoz, en la librería Tusitalaantes mencionada.
Y el primero que recuerdo que leí fue… Lo tengo clarísimo: Las columnas de Pentegarn (de Rose Estes, editado por Timun Mas), un librojuego de fantasía sacado de la biblioteca del Colegio Público Landako, en Durango, donde estudié hasta los diez años. A partir de ahí fue un no parar. Lo tengo dos veces y daría lo que fuera por tener ese que saqué de la biblioteca.
Respecto a los cómics, tengo también clarísimo el que me inició en el coleccionismo: fue el número 141 de Spider-Man en Forum.
Posiblemente el primero fuera un Mortadelo y Filemón (no hay mejor cómic que un buen Mortadelo y Filemón) pero no lo recuerdo.
Me gustaría añadir que… Soy un idealista y procuro ser optimista porque ser pesimista no creo que lleve a ninguna parte que merezca la pena. Sé que es difícil (más en los tiempos que corren) y muchas veces nos cuesta, pero hay que lucharlo.
Creo en el libro. Pienso (como Robert Darnton dice en Las razones del libro) que el libro ha resultado ser menos perecedero que todos los soportes digitales, y quiero creer que tiene futuro. La alternativa sería demasiado terrible.
Pero, repito, hay que lucharlo y todo empieza por que revisemos nuestros valores.
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