Original en La Vanguardia.
Seis años atrás, la apertura del bar Calders fue bien recibida por los vecinos del barrio de Sant Antoni de Barcelona porque empezaba a dignificar un espacio impropio en memoria del cronista de la verdad oculta. El pasaje Pere Calders de hecho son dos, pero llamarlo pasaje es decir mucho, porque son dos callejones sin salida partidos por la calle Parlament. Desde el 2011, el proceso hipster ha sido imparable, pero por suerte el barrio aún resiste gracias a unas buenas raíces vecinales y a aportaciones como la de la librería del rincón. Tres años atrás, con la incierta gloria de un día de abril del 2014, Abel Cutillas e Isabel Sucunza abrieron las puertas de un local escondido, que no va de paso a ninguna parte, en el fondo del pasaje nordeste: la librería Calders.
Como les aconsejó el librero de la Documenta, Josep Cots, la gente no sale a la calle a comprar un libro como quien compra una camisa. El lector sale expresamente a comprar la obra que tiene en mente a la librería donde sabe que la encontrará. Por lo tanto, es igual que la entrada del local esté escondida, sólo se requiere que el librocomprador sepa dónde está y qué hallará allí. Es más, si no encuentra el libro que busca, los libreros lo encargarán o le propondrán uno de características similares, según los intereses del cliente.
Para el local, siguiendo el consejo de la editora Valeria Bergalli, quisieron concebir un espacio mágico, con “el valor que le da la posibilidad de situarte en medio del universo de los libros (…) El aprendizaje no lineal, sino magmático, que emana de las estanterías y que te dice: ‘Tienes mucho por leer, ven hacia mí, pequeño’”, explica Cutillas.
Los dos libreros, con experiencia cultural, literaria y libresca, se lanzaron a la piscina y modelaron un espacio físico y mental a su medida. Un lugar donde el lector no hallará best-sellers, pero sí long-sellers, como Incerta glòria o El día del Watusi; donde sólo encontrará libros bien escritos; donde, por amor y respeto a la cultura, Cutillas y Sucunza renuncian a los beneficios económicos de las promociones, de los expositores publicitarios, de libros escritos por individuos que no saben escribir. “La ventana es verde”, decía Josep Pla y repite Sucunza. Es la madre del cordero. Más muchas horas de trabajo, más muchas presentaciones y actividades en torno al libro, más una presencia constante en las redes sociales.
Todo este proceso de ilusión contagiosa lo han escrito en un libro: Informe de lectura ( Comanegra), donde explican su proyecto de éxito: una librería especializada en libros. El pasado miércoles, los dos libreros presentaron su libro en su librería, cerrando el círculo que había nacido tres años atrás y que les ha obligado a hacer todos los papeles de la función. ¡Larga vida!
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