Creo que fue Paul Feyerabend quien, en Matando el tiempo, nos hizo ver que al fin y al cabo el conflicto principal que se narra en La Ilíada tiene su fundamento y origen en el premio, Briseida, mal concedido a Agamenón y que Aquiles entiende como un honor injustamente otorgado. Acaso sea ese en la Historia de la Literatura el primer premio manipulado, torticero y dispensado con prevaricación, alevosía y contubernio. (Contubernio: Acuerdo entre varias personas para hacer algo ilícito o perjudicial para otro. Confabulación, connivencia, cohabitación de intereses ilícitos e ilegítimos, conspiración).
La verdad es que escribir sobre los premios literarios en España a estas alturas de la película tiene algo de repetición aburrida e insoportable. El tema está bastante manido y aparece y reaparece con la misma rutina periodística con que Rosa Montero (Premio Primavera 1997) escribe sobre la ceremonia del Toro de la Vega. Corre el escriba que en tal materia gasta tinta el alto riesgo de convertirse en molesto aguafiestas y son los premios tema donde todo o casi todo, en general, se sabe y al tiempo todo o casi todo, en lo concreto, se calla acaso porque de que la falta de probandos obliga a la prudencia por mor de las querellas. Con todo, y estando en tiempos en que las corrupciones varias que nos habitan provocan últimamente ecos, rechazos y diligencias, trataremos de apretar el tema con algunos apuntes y conversaciones, por supuesto, anónimas.
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