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Proyecto financiado por la Dirección General del Libro, del Cómic y la lectura, Ministerio de Cultura y Deporte



El proyecto de la editorial Trama es un caso peculiar, al menos así me lo parece, de como meterse al mercado de libros no encontrando una grieta, sino produciéndola. Conocía anteriormente el libro autobiográfico de Hubert Nyssen, editor de Actes Sud, y ahora el de Cesari. Son libros sobre hacedores de libros, sobre editores. El tema es apasionante pues un editor decide con una mezcla de intuición y criterio, una colección que otros leerán buscando algún provecho, sus ideas, sus prejuicios, sus riesgos, repercuten en ocasiones en la vida de otros seres humanos. No quiero con esto decir que los editores son imprescindibles para la especie humana, pero sin duda su trabajo es un oficio especializado, muy personal, y con un impacto que merece un compromiso ético infrecuente en otras profesiones. El caso de Einaudi es especial, pues su editorial, una de las más exigentes del siglo pasado, tuvo entre sus colaboradores a grandes escritores e intelectuales como Leone Ginzburg, Cesare Pavese, Italo Calvino, Natalia Ginsburg, Elio Vittorini o Norberto Bobbio. La entrevista o conversación con Cesari, muestra no sólo la inteligencia y modestia de Einaudi, sino su coraje y lucidez desde muy joven. Próximo a las redes antifascistas fue apresado en 1935, dos años después de haber iniciado su empresa editorial. Luego de ser liberado continuó con su esfuerzo a pesar de la censura creando colecciones cuidadas de historia y ensayo, y así logró atravesar ese duro periodo hasta que finalmente el régimen cayó. Desde el comienzo apostó por autores italianos como Carlo Emilio Gadda, Leonardo Sciascia o Pier Paolo Pasolini, que hoy resultan nombres conocidos pero que no lo eran. A pesar de sus tendencias de izquierda, jamás perdió la flexibilidad. Gracias a Pavese y su amor por la literatura norteamericana, también publicó a un gran número de notables escritores de ese país. Por otro lado, Einaudi no sólo se preocupó por el diseño de un catálogo impecable, sino que además trabajó obstinadamente en la distribución y difusión de sus libros aún en momentos en que sobrellevar una editorial era casi impensable. Consideró al lector siempre como alguien inteligente, como alguien particular, curioso como él mismo. Las Conversaciones de Giulio Einaudi, se leen más allá del interés para quienes editan libros, o para quienes se interesan por saber sobre ciertos autores o sobre ciertos libros, como una aventura de idas y vueltas, en donde un hombre atento, infatigable, marcó el ritmo de su vida.
Aunque sin relación con lo anterior, me siento orillado a brindar urgentemente un pequeño homenaje a Martín Blaszko, fallecido el pasado 9 de agosto. Escultor nacido en Berlín en 1920, llegó a Buenos Aires en 1939, dónde residió hasta hace unas semanas. Fue junto con Carmelo Arden Quin, fundador del grupo MADI, promotores de una importante corriente de arte abstracto en Latinoamérica. Hace más o menos diez años, luego de visitar el MALBA, me hice de unos libros pequeñitos de un artista para mí desconocido. Las tapas eran muy atrayentes, blancas y con la imagen de una escultura recortada. En la última página, cosa rara, venía el teléfono y la dirección del escultor. Lo llamé y me recibió con una amabilidad muy grande. Me preparó un té y me enseñó sus esculturas. Vivía en el onceavo piso de un alto edificio de departamentos. Al ver sus obras, lo primero que llamó mi atención fue la “grandeza” que proyectaban más allá de sus breves dimensiones. Conversando con aquel hombre chispeante de marcado acento alemán, aprendí algo: “La monumentalidad de una escultura no es sólo una cuestión de altura. Es un asunto de organización interna de las formas y las sensaciones que el artista refleja en la escultura… Por eso siempre busqué la monumentalidad. Cuya característica es justamente no la identificación de uno con uno, sino con otras leyes o expresar la ubicación de uno en el cosmos”. Palabras sobre las cuales todavía, podemos apoyarnos.
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