Me llamo: Donatella Iannuzzi
Y en el sector del libro o como mero lector se me conoce como editora de Gallo Nero que está en todos los saraos.
Me gusta leer porque la lectura me hace feliz.
Cuando tenía doce años quería ser jugadora profesional de voleibol.
Hoy soy editora y jugadora no profesional de voleibol.
Cuando me toca contarle a un extraño en una boda por qué me gusta leer o ando entre libros le digo que… (ojalá me preguntaran algo así en una boda, la realidad es que cada vez se habla menos de lectura). … la lectura es para mí el acto solitario por excelencia, es autárquico y sublime, libera endorfinas y está relacionada con el más allá y/o con el miedo a la muerte.
Sin embargo, en realidad mi día a día es más bien así: café, ordenador, café, teléfono, facturas, café, maniática observación de mis plantas de interior en un intento de ejercicio zen y vuelta a empezar.
Lo más raro que me ha sucedido nunca fue cuando una traductora con la que estaba negociando los términos económicos del contrato, rompe a llorar por teléfono y acaba contándome la historia del trágico fallecimiento de su perro. Acabé comprometiéndome a pagarle una parte del importe por adelantado para que ella pudiera hacer frente a los facturas del veterinario.
Y lo peor siempre ha sido la frustración de no poder publicar un título con el que ya me había emocionado.
Aún más, si te dedicas a lo mío la gente no dejará de tocarte las narices con “¿Por qué no editas a autores españoles?”
He perdido el entusiasmo por lo que hago cuando no logro transmitir mi entusiasmo por un libro en el que creo.
Sin embargo, lo mejor de mi trabajo, sin duda, es la búsqueda de títulos seguida del adrenalínico placer del descubrimiento.
El mejor día que recuerdo en el trabajo fue cuando hace una semana Carmen Montes ganó el Premio Nacional de traducción con Kallocaína una novela distópica de una autora sueca, título que milita con mucho orgullo en mi colección de Narrativas y cuya traducción me conmovió.
Cuando quiero tomarme un descanso me dedico a dormir.
Así es como veo el futuro de mi profesión: Creo que la figura del editor irá perdiendo fuerza. Los editores ya no son interventores sociales ni políticos. Tampoco serán ya el único filtro ni la élite llamada a elegir lo que hay que leer. La autoedición y la comunicación entre lectores irán ganando fuerza como vehículo de prescripción. La edición de editores será una de las tantas formas de edición ya no la única y respetada voz cultural de un país.
Eso sí, si un día logro jubilarme querré pasar el tiempo que me queda en una playa mediterránea, leyendo.
Y lo conseguí en una librería romana en Via del Corso.
Y el primero que recuerdo que leí fue: tengo un vago recuerdo de los típicos álbumes de fábulas, aunque el flechazo con los libros lo tuve un día a los 15 años: decidí no ir a clase y me leí del tirón El viejo y el mar… aquello fue el principio de mi vida lectora.
En mi mesilla tengo ahora para leer: demasiados libros y no es el título de un libro. Con inminentes ganas de leer: Berlín secreto de Franz Hessel (Errata Naturae)
Me gustaría añadir que me encantan los adjetivos…