Editar y vender en el mundo digital. Cómo aprender del pasado para dar de leer. Alejandro Katz en Texturas 20 | Trama Editorial

Editar y vender en el mundo digital. Cómo aprender del pasado para dar de leer. Alejandro Katz en Texturas 20

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Uno de los errores más frecuentes que cometemos al intentar resolver un problema consiste en no saber distinguir si se trata de un nuevo problema, de un problema antiguo que ya fue resuelto o de una nueva forma de un viejo problema. La irrupción de lo digital en el mundo del libro se nos aparece a priori como algo absolutamente novedoso, y como toda novedad provoca a la vez atracción y rechazo, admiración y temor.  Sin embargo, si bien la tecnología digital es relativamente reciente, y su utilización para la fabricación de productos editoriales lo es más aún, no todas las transformaciones que de allí se desprenden ocurren por primera vez en la historia del impreso.

Quizá, por tanto, resulte interesante intentar comprender qué hay de nuevo en el mundo del libro como consecuencia de la aparición de la tecnología digital, y qué, por el contrario, encuentra en el pasado momentos semejantes.

«La revolución en la tecnología de la información —afirma Nate Silver en un libro reciente— no se produjo con la llegada del microchip, sino con la imprenta.» El invento de Gutenberg de 1440 permitió que la información se volviera disponible para las masas, y la explosión de las ideas que eso provocó tuvo consecuencias inesperadas y efectos impredecibles. Los libros, claro, existían antes de Gutenberg, pero, dice Silver, no eran ni ampliamente escritos ni ampliamente leídos. Eran, de hecho, objetos de lujo para la nobleza y el clero, producidos ejemplar por ejemplar por los escribas. El costo promedio de reproducción de un manuscrito era de alrededor de 1 florín cada cinco páginas, que, en valores actuales, es el equivalente de unos 200 dólares. Obtener un ejemplar completo podía costar alrededor de 20.000 dólares.

Por añadidura, es muy probable que cada ejemplar estuviera plagado de errores, a los que se añadían los errores de la copia anterior, haciendo que los errores se multiplicaran y mutaran en cada generación de copias. La lentitud
del trabajo, el costo de su realización, los errores introducidos, hacían extremadamente difícil la acumulación de conocimiento, explica Elizabeth Eisenstein en The Printing Revolution in Early Modern Europe3. Como sabemos, de los tiempos antiguos hemos conservado algunas ediciones de la Biblia así como una pequeña cantidad de textos canónicos, tales como los de Platón y Aristóteles, pero la mayor parte de los libros que reproducían el conocimiento creado en la antigüedad se ha perdido.

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