Todos los implicados en el (complejo) proceso de la edición digital parecen estar de acuerdo en la necesidad de abordar el cambio de paradigma con una mentalidad abierta y con iniciativas de desarrollo. Es cierto que el libro electrónico «ha llegado para quedarse», y que, por tanto, es lógico tomar las medidas oportunas para que los cambios que ello está provocando no releguen a las editoriales a un segundo plano (en favor de operadores mastodónticos como Apple, Google o Amazon).
Hasta ahí la hermosa teoría que expertos, analistas, consultores y estudios varios sustentan cada día; sin embargo, la realidad que nos encontramos en el trabajo cotidiano es bien distinta.
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