Un nuevo gobierno trae consigo oportunidades de cambio en muchos terrenos y, siendo el del libro, la lectura y la gestión cultural lo que desde el punto de vista profesional más me inquieta, he estado imaginando diversos escenarios que podrían cambiar para bien el maltrecho panorama que hemos estado viviendo. Sé que suelen prevalecer los muchos intereses que impiden que vivamos en México una verdadera transformación cultural —y editorial— como la que tan urgentemente necesitamos. Sin embargo, soñar nada cuesta, como tampoco cuesta proponer. Por eso les comparto algunas notas, reflexiones en proceso de maduración, sobre los cambios que creo urgentes, convenientes, necesarios en materia educativa, cultural y particularmente editorial.
Educar para la diversidad
Parto del replanteamiento por parte de AMLO y de su equipo de la “Reforma Educativa” impulsada en el presente sexenio, de la cual se derivó la exigencia de evaluar al magisterio. Evaluarlo no está mal, se plantea. La pregunta es: qué vamos a evaluar. Hay, detrás del cuestionamiento, un razonamiento muy interesante. Hoy en día lo que se busca es educar atendiendo a la diversidad. El mundo es muy diverso, y atrás han quedado los totalitarismos que buscaban crear ciudadanos amoldados a las ideologías de los gobernantes. El ser humano nace con infinidad de capacidades, algunas más desarrolladas o susceptibles de ser estimuladas que otras. De allí que existan modelos educativos que buscan precisamente apoyar al alumno según sus circunstancias, según sus aptitudes y necesidades. Educar para esa diversidad requiere maestros bien formados que sepan detectar precisamente esas capacidades especiales. Maestros que, en efecto, no pueden ser formados ni evaluados a rajatabla. Allí es donde entra el tema del libro de texto.
El libro de texto y la diversidad
Conocemos bien las razones por las que surgió el libro de texto único, gratuito y nacional. Constituyó un parteaguas en la educación en México sin el que no se entendería quizás el avance en el combate al analfabetismo y el mejoramiento del nivel educativo de la población. Sin embargo, creo que ya superamos en buena medida esa etapa y que el libro de texto único se ha convertido en un obstáculo en muchos sentidos, más que en un acicate para el progreso. Adicionalmente, al convertirse el Estado en editor que monopolizó durante tanto tiempo el libro de texto, frenó el desarrollo de la industria editorial y nunca implementó mecanismos para, al menos, propiciar una vinculación entre libro de texto y circuito del libro
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