En 2010, decía Paul Desalmand en su novela ‘Las aventuras de un libro vagabundo’ : “Un libro no es un producto cualquiera, como se ha repetido hasta la saciedad, ni una librería es una tienda cualquiera, al menos una librería digna de este nombre. Lo que más se le parece es una mercería como las de antes. O los drogueros de antaño, que conocían a todo el mundo y eran una autoridad en el barrio. La cuestión es que se
teja una red de relaciones. La gente necesita ciertos productos, pero todavía tiene más necesidad de calor humano. Por eso, hoy en día una librería que concilie la modernidad técnica y las prácticas de antaño, con un librero que conozca y ame los libros, que conozca y ame a sus clientes, tiene futuro”.
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