Artículo sobre la negritud editorial publicado en Soporto Tropos el 27 de mayo de 2020.
«El último párrafo del artículo de Ignacio Echevarría del ‘El Cultural’ del 22 de mayo fotografía la situación literaria actual de una parte del negocio editorial: «Al final nadie escribe para sí mismo (…) Se trataría entonces de cobrar conciencia de para quién escribe, y para qué», refiriéndose a ti, escritor.
Un poco antes, hacia el noveno párrafo, avisa: «a lo mejor de lo que se trata es de no esperar a ese encargo explícito y empezar a escribir de una vez las novelas que nadie le ha pedido a uno».
¿Dónde se encuentra el panorama literario español? La creación literaria parece atenaceada, del verbo atenacear, que ahora me gusta más que atenazar: «Impedir el movimiento, la actividad o el desarrollo de algo». Está impedida, sometida como servidumbre «a las demandas y expectativas de la última moda o tendencia del público, de un editor, del jurado de un premio…», dice Echevarría. Y dice bien. Abunda la literatura consignada, dirigida y encargada y solo estamos a un soplo de convertir al escritor profesional –escribidor de obras de encargo– en negro editorial[1]. Estamos muy cerca de la anonimia literaria, a lo románico, eso sí, previo paso por caja, editor».
Puedes ver el artículo original aquí.
[1] Hay un libro maravilloso sobre la negritud editorial en Trama Editorial que recomiendo ahora: Escritor en la sombra, de Orlando de Rudder.