INTRODUCCIÓN
Cuando se habla del mundo editorial pensamos en Saint-Germain-des-Prés, en un oficio dominado por las grandes pasiones, en verdad pobre pero no por ello menos fascinante y prestigioso. Cuando se habla del mundo editorial nos centramos en la imagen que la profesión ofrece de sí misma y que los medios se encargan de difundir ampliamente.
Una imagen un tanto caduca, artesanal, un mundo en blanco y negro. Y bien, no, no es eso: la edición es un sector de actividad dinámico, que vive con su tiempo y que abarca materias tan distintas como la literatura juvenil, las guías prácticas, los libros escolares, el cómic o las ciencias humanas. Un mundo en el que grandes grupos se codean con empresas minúsculas. Una economía de prototipos –cada una de las 40.000 novedades publicadas al año es un proyecto en sí mismo –, de equilibrios frágiles, pero también rentable. En el que la hiper concentración ha engendrado, en estos últimos veinte años, mastodontes de talla europea e internacional; en el que los procesos de producción, del manuscrito al objeto libro, se han desmaterializado hace tiempo (antes incluso de hablar del libro electrónico), provocando una formidable transformación de los oficios del libro, fuente de rentabilidad pero también de estrés y de malestar. Porque el ámbito de lo social es, sin lugar a dudas, el lado oscuro de esta empresa cultural en la que trabajar es un privilegio quese paga caro. Los salarios siempre han sido bajos, hoy en día lo son todavía más, y los empleos están cada vez menos cualificados en relación al nivel de estudios exigido. Porque, además de los 13.000 empleados del sector, están todos los otros: autónomos,«derechos de autor*», trabajadores temporales… Eslabones indispensables de la cadena que se ven obligados a plegarse al «acuerdo amistoso», a la demanda del sector, a la buena voluntad del cliente. En los primeros eslabones de la cadena están también los autores, cuyos derechos se ven mermados con el descenso de las ventas por título. Y, por último, los traductores… esos autores en la sombra… Todos ellos constituyen la materia prima indispensable para la realización de ese objeto único que es el libro. Todos acaban por darse de bruces contra ese mismo cinismo que concibe lo humano como un «coste» a reducir, sea como sea, y que nada tiene que ver con los valores humanistas de que la profesión hace gala.
¿El libro o los libros? La diversidad editorial constituye la verdadera riqueza de la edición, y también su fragilidad. Novelas, diccionarios, libros de arte, documentos, ensayos, poemas: cada materia posee sus particularidades económicas, su saber hacer propio, y cada una de ellas merecería sin duda un estudio aparte. Sin embargo, el sector en su conjunto obedece a reglas comunes a todos los actores de la denominada «cadena del libro», desde el editor al librero pasando por la red comercial y el distribuidor. Es importante tratar de comprender en primer lugar este mecanismo, evaluarlo críticamente, porque sus exigencias condicionan la pervivencia de la diversidad de los libros. Por otra parte, la realidad de las pequeñas editoriales se encuentra en las antípodas de la de los grandes grupos; por desgracia, faltan datos fiables y precisos para conocer mejor el cambiante mundo de la micro edición, cuya imagen sigue siendo un tanto vaga. La mayoría de los estudios estadísticos se refieren, en cambio, a los grupos más grandes, por lo que esa realidad más conocida suele considerarse representativa de la totalidad del sector. La misma distorsión y las mismas limitaciones se dan a la hora de observar el paisaje editorial de otros países.
¿Cuál es el futuro de la edición? La revolución digital, que se viene anunciando en los últimos diez años, alimenta todo tipo de especulaciones. En 2011 apenas si comenzamos a ver un poco claro entre los prejuicios, la mucha fantasía y las evoluciones probables.
En estos momentos se impone la prudencia y ya casi nadie se aventura a anunciar la muerte del libro. Y menos en un contexto de crisis en el que la edición parece menos afectada que otros sectores por el retroceso del consumo. ¿Será el libro un valor refugio en tiempos inciertos? Así y todo, habría que afinar este análisis, no sea que el éxito de unos cuantos bestsellers nos impida ver todo un bosque de obras mal vendidas; claro que hay ramas del sector, y empresas, que sufren más que otras. Además, la crisis suele dar
Donde más duele: vida media de los libros cada vez más corta, tasas de devolución en aumento, agravación de las dificultades de los libreros… Como en el resto de la actividad económica, casi desearía uno que la crisis fuera la ocasión para hacer tabla rasa, para frenar esta huida hacia adelante que es la sobreproducción y para restablecer equilibrios duraderos que permitan devolver su valor a los contenidos, redescubrir el sentido de un oficio constreñido por las exigencias financieras y volver a poner el factor humano en el centro de todo el proceso.
Este libro tiene por vocación desempolvar la imagen que se tiene de un sector, el de la edición, dominado hace tiempo por métodos de gestión modernos; de un oficio, el editorial, que es también un negocio, pero no por encima de todo. Pretende también situar la problemática social en el centro del debate sobre el futuro de la edición. Me he basado para ello en mi doble experiencia: profesional, en Gallimard Jeunesse, Bordas y Casterman, del grupo Flammarion; y sindical, como responsable de la principal organización del sector, la CFDT, que defiende los intereses de cualquier categoría profesional, asalariados o no. Está destinado a aquellos que aman el oficio pero que no toleran la injusticia; a los sindicalistas en lucha contra la precariedad que gangrena el sector; al conjunto de profesionales cuyo compromiso colectivo es indispensable.
Y para terminar, a todos los aspirantes, estudiantes, becarios tentados por la aventura editorial, a los que no podemos dejar de recomendar que se acerquen y vean su cara oculta.
Libro: La cara oculta de la edición
Autor: Martine Prosper
ISBN: 978-84-92755-55-4
Precio: 16,00€
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