Juan Miguel Sánchez Vigil (coord.), José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, Fermín de los Reyes Gómez, María Olivera Zaldua
La cultura en el bolsillo. Historia del libro de bolsillo en España
Trea
2018. 272 p.
Colección: Biblioteconomía y Administración Cultural
ISBN 978-84-17140-28-1
La mirada al libro de bolsillo, artefacto pluscuamperfecto con nombre propio en la inmensidad de la cultura, se realiza aquí siguiendo una estructura cronológica. Fragmentada en cuatro partes, comienza en la Antigüedad y concluye en el siglo de la virtualidad, contemplando las aportaciones de emblemáticos impresores, libreros, editores y editoriales, con profusión de obras y de autores, y cargando las tintas en los paradigmas.
Marco histórico
En la historia del libro, el término bolsillo se asocia a la edición de masas. Sin embargo, la tendencia a crear formatos menores a los habituales tiene antecedentes en las culturas mediterráneas, como expone con magisterio José Luis Gonzalo Sánchez-Molero. La idea de portabilidad está ligada al concepto de lectura desde la aparición del propio libro. Los libros amuleto son el antecedente, con gran variedad en las civilizaciones antiguas, especialmente en la egipcia y en Oriente Próximo. La evolución de los materiales facilitaría después su transporte y surgieron así los libelli, pugillares y enchiridionesromanos, todos en el hueco de la mano.
En la Alta Edad Media, las encuadernaciones de cartera y de bolsa contribuyeron a la difusión de los textos. Entró en juego el cuero frente al pergamino, aplicación que facilitó el traslado de los códices cuando su extensión no permitía la reducción del tamaño. En la Baja Edad Media, a partir del siglo XIII, las entidades políticas favorecieron el comercio y en consecuencia el desarrollo de los libros. Surgen entonces los libros de cintura, concebidos para que los frailes los transporten con comodidad. El uso se extendió a los seglares y la difusión quedó garantizada.
En los siglos XIV y XV se retornó a los formatos pequeños, recuperando las funciones de los antiguos pugillares y códices en miniatura. La imprenta, el invento revolucionario que cambió el mundo, permitió que los emprendedores apostaran por nuevas ideas. Bajo esta máxima comenzó a imprimir Aldo Manuzio en 1501 una colección de clásicos en formato octavo que abarató los precios. Los denominados libelli in forma enchiridii abrieron un nuevo mercado y en consecuencia activaron la industria. La aportación de Manuzio, según Gonzalo, debe entenderse como el final de un largo proceso iniciado en la Antigüedad clásica que llegó al Renacimiento en forma de ediciones impresas.
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