por Sergio Vila-Sanjuán
Culturas / La Vanguardia
miércoles 21 de julio de 2010
Diana Athill es una señora formidable. Defensora de las virtudes del envejecimiento (“El día en que cumplí 82 años fue el mejor de mi vida”, título uno de sus artículos) constituye un caso de estudio sobre cómo afrontar lo que la socióloga Sara Lawrence-Lightfoot ha llamado “el tercer capítulo” de una vida. Jubilada como editora a los setenta y cinco años, emprendió una nueva carrera como escritora. El año pasado, cumplidos los noventa, obtuvo un amplio reconocimiento con su libro autobiográfico Somewhere towards the end, premio Costa de biografía, donde relata su larga y agitada vida sentimental que incluyó un prolongado mènage a trois bajo el mismo techo con el autor jamaicano Barry Reckord y su novia. Ahora aparece en España un libro anterior, en el que rememora su paso por el mundo del libro: Stet (vale lo tachado), que publica Trama editorial en traducción de Miguel Martínez Lage.
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Athill fue reclutada como ayudante por el editor André Deutsch tras una breve affaire que daría paso a una relación semifraternal. En el Londres de los años 40, emigrados centroeuropeos como Deutsch o George Weidenfield creaban casas editorial que sentarían el tono del libro británico de postguerra. Athill, una buena lectora que odiaba la gestión, se mantuvo como editor sin llegar del todo a ser publisher. Mantuvo sin embargo una relación muy directa con varios autores de la casa, a los que dedica sendos retratos en los que muestra su doble atracción por el mundo caribeño y por las figuras a la deriva. Así desfilan Jean Rhys, autora de Ancho mar de los Sargazos, dubitativa y alcoholizada; el siempre complicado V.S. Naipaul o del hoy olvidado Alfred Chester, personaje capotiano abocado a un final desgraciadísimo. Diana Athill, que se ocupó de la edición británica del Bearn de Vilallonga y de La plaça del diamant de Mercè Rodoreda, hace agudas observaciones sobre su trabajo, de las que destacaré dos:
“Los libros que de veras vale la pena leer no surgen de que alguien diga ‘qué buena idea’. Surgen de que alguien sepa mucho de un determinado asunto y de que tenga además sentimientos fuertes sobre ese asunto. Y eso no significa que un plumilla no sea capaz de redactar un libro aceptable por encargo de un editor; tan sólo significa que cuando lo hace suele terminar en las estanterías de las devoluciones al doble de velocidad de lo habitual”.
“Cualquier editor sabe que no forzosamente logra uno ser un éxito de ventas escribiendo bien. Como es lógico, tampoco es necesario escribir mal para lograrlo. La calidad de la escritura e incluso la calidad del pensamiento es irrelevante. Es cuestión de tocar o no la fibra del público lector en su máxima amplitud”.
Stet aparece en la colección Tipos Móviles, que ha publicado anteriormente libros sobre Giulio Einaudi y Jerôme Lindon y escritos autobiográficos de Tom Maschler y Hubert Nyssen, entre otros, lo que la está convirtiendo en máxima referencia española para la memoria de la edición internacional.