Nestor Sangroniz Akarregi. Un estado de ánimo | Trama Editorial

Nestor Sangroniz Akarregi. Un estado de ánimo

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Me llamo Nestor Sangroniz Akarregi y en el sector del libro o como mero lector se me conoce como Nestor,como Sangroniz, como el hijo de Felipe, como el padre de… cada uno me conoce desde donde la experiencia en la me ha conocido, por lo que tengo tantas identidades como personas me conocen o han conocido. Lo interesante de esta cuestión es si me conozco yo, o por lo menos si me reconozco.
Me gusta leer porque lo he hecho desde que yo tengo uso de razón, si es que la tengo. Mis recuerdos de la infancia tienen que ver con la lectura; aún recuerdo a mi madre diciéndome “apaga la luz y deja de leer que ya es hora de dormir”, y yo obediente, apagaba la luz, cogía la linterna y me escondía debajo de las sabanas y seguía leyendo.
Cuando tenía doce años quería ser… creo que tengo memoria de pez, ya que no recuerdo qué quería ser, pero sí sé que tenía que ver con trabajar con personas
Hoy soy, después de pasar por ser maestro, educador social, directivo, y sobre todo des pues de pasar por un proceso de transformación personal muy importante, soy Consultor / Formador / Coach / Supervisor y me dedico a acompañar a personas y organizaciones en sus procesos de desarrollo y de cambio.
Cuando me toca contarle a un extraño en una boda por qué me gusta leer o ando entre libros le digo que ”cuanto más conozco a las personas, más me gustan los libros”. Pero es difícil que eso suceda ya que no me invitan a bodas, y aunque me inviten no suelo ir, y además me enseñaron que nunca hablase con extraños y yo como sabéis, soy muy obediente. No, en serio, simplemente creo que le diría que le lectura me despierta pasión, que cuando encuentro un libro que me atrapa no puedo dejarlo y que los libros son la puerta a un mundo paralelo en el que puedes vivir como un Avatar.
Sin embargo, en realidad mí día a día es más bien así: trabajo muchas horas ante el ordenador cuando no tengo reuniones o sesiones de trabajo con clientes o colaboradores, llevo a mi hijo a la escuela, le recojo, pasamos la tarde con sus juegos y actividades… y procuro cada semana dedicar algunas horas a la lectura (sobre todo de libros relacionados con mi trabajo).
Lo más raro que me ha sucedido nunca fue cuando… Por mi trabajo me encuentro muchas veces con lo “raro” y cada vez me doy más cuenta que lo raro para los otros es lo normal para cada uno de nosotros. Por mi propia experiencia vital he convivido y conocido de cerca lo “raro”
Y lo peor… perder dos hijos por enfermedades raras.
Aún más, si te dedicas a lo mío la gente no dejará de tocarte las narices con queesas cosas que dices y que hacen que son muy bonitas pero la realidad es que las cosas son como son, no se puede cambiar, no se puede hacer nada… la verdad es que en este país tenemos tecnología punta, pero en excusas.
He perdido el entusiasmo por lo que hago cuando encuentro a profesionales de las denominadas profesiones de ayuda (psicología, salud, servicios sociales, educación…), que “queriendo ayudar” se meten en jardines que no les competen y colaboran en que sus clientes estén un poquito peor.
Sin embargo, lo mejor de mi trabajo, sin duda, es el aprendizaje sobre uno mismo, sobre mis grandezas y mis miserias. Cada persona con la que mi trabajo me conecta es un regalo, siempre me permite conocer algo más de mí mismo. Descubrir el universo que hay detrás de cada persona y organización, poder ver las dinámicas e interacciones que se producen, intentar entender lo que sucede y como sucede… es apasionante. Es como leer un nuevo libro, no sabes con que te va a sorprender. 
El mejor día que recuerdo en el trabajo fue cuando… he tenido muchos buenos días, uno de los más significativos fue cuando, tras decidir dedicarme profesionalmente a mi trabajo actual, recibí mi primer encargo, en este caso un taller formativo de la aplicación de las Constelaciones Organizacionales en el Coaching. Fue un momento especial.
Cuando quiero tomarme un descanso me dedico a buscar la manera de estar solo y de desconectar. Me gusta ver la tele (sí, soy de esos), leer, trastear por internet, pasear, cocinar… cosas sencillas.
Así es como veo el futuro de mi profesión: creo que hoy en día cada vez es más evidente que la calidad de vida de las personas es uno de los valores fundamentales, y parecía que el bienestar económico garantizaba esa necesidad, sin embargo, esta crisis nos está enseñando que la calidad de vida no puede estar unida al desarrollo económico únicamente. Nos vamos dando cuenta que ese “bienestar” tienen más que ver con el ser que con el tener. Este cambio de paradigma creo que es el camino de futuro, y en ese camino una profesión como la nuestra, no solo tiene un lugar, sino que es parte del camino. Nuestro trabajo tiene que ver con asesorar y acompañar a construir el futuro que deseamos y ese futuro está más vinculado a ser que a tener. Y es que el futuro es importante, como dice Woody Allen, “me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”
Eso sí, si un día logro jubilarme querré pasar el tiempo que me queda… os confieso una vieja fantasía, que creo poco realizable, pero es mi fantasía: Me veo en una trastienda de una vieja librería, llena de estanterías con multitud de libros, rodeado de ellos, que leo y releo. De vez en cuando entra algún cliente y me pregunta por un libro, y yo le informo, y sigo en mi mundo, y quizás, si esa persona me despierta curiosidad entablo una conversación con ella.  Así sería mi jubilación.
El último libro que he leído ha sido La Intervención Apreciativa” de Federico Varona. Y lo conseguí en una librería online en internet, gracias a Ricardo J. Sánchez Cano (HZ Consultoría), ya que en un trabajo que estamos desarrollando juntos con un equipo directivo estamos aplicando el enfoque apreciativo con unos estupendos resultados.
Y el primero que recuerdo que leí fue alguno de Emilio Salgari. De pequeño me devoraba los libros de Salgari. Esa capacidad suya de hacerte viajar y experimentar otras vidas, otros mundos y otros tiempos era mágica para mí. Y esa sensación se acrecentó cuando descubrí que este hombre nunca había salido de su ciudad natal, no conocía ninguno de esos sitios en los que transcurrían sus novelas.
En mi mesilla tengo ahora para leer “Órdenes del Amor” de Bert Hellinger, “El Sueño de Alicia” de Eduardo Punset, Y estoy releyendo “Cien años de Soledad” de Gabriel Garcia Marquez
Me gustaría añadir que escribir estas líneas ha sido más divertido y emocionante de lo que pensaba cuando recibí vuestra invitación. Hacer este ejercicio me ha (re)conectado con una parte importante de mi vida como son la lectura y los libros. Gracias Txetxu y gracias a Texturas.
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