Pantallas contra libros: la tormenta perfecta continúa perfeccionándose. Jaime Fernández | Trama Editorial

Pantallas contra libros: la tormenta perfecta continúa perfeccionándose. Jaime Fernández

Fórcola Ediciones

La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid, que se celebra a comienzos de la primavera y del otoño en el céntrico Paseo de Recoletos, es una excelente oportunidad para buscar libros normalmente descatalogados y a un precio accesible a cualquier bolsillo. Librerías madrileñas y de otras capitales del país encadenan sus casetas en los distintos tramos del paseo hasta la plaza de Cibeles. Un lugar envidiable para cualquier comerciante.

Desde hace muchos años visito esta feria. La recuerdo con las casetas abarrotadas de curiosos que se agolpaban a la caza del libro que les había llamado la atención. A veces era imposible hacerse un hueco entre aquella reducida multitud. Casi siempre había que pasar de largo ante numerosas casetas hasta dar con una en la que ojear los libros con cierta desenvoltura. Pues bien, en los últimos años he observado un progresivo descenso de público en la feria. Ahora es posible visitar las casetas sin molestia alguna, aunque en los fines de semana estén más frecuentadas. Los visitantes más jóvenes tiene alrededor de 40 años.

Una tarde de sábado en que acudí a la feria de esta primavera me encontré con un espectáculo un tanto extraño: una fila de personas, en su mayoría jóvenes de ambos sexos, sentados en los bordillos de las zonas ajardinadas que se extienden a lo largo de uno de los tramos del paseo, enfrente de las casetas casi desiertas, leyendo el libro que se supone acababan de comprar. Estaban tan concentradas en la lectura que ni el tráfico de coches ni los ruidos propios de la ciudad lograban distraerlas (tampoco escuchaban música por los auriculares). Pasaban las páginas con cierto apresuramiento, embebidas por el pasaje que estaban leyendo. Aquel sitio parecía más una biblioteca al aire libre que un lugar de esparcimiento.

En este breve relato que acabo de hacerles hay una verdad y una mentira. Quizá los lectores más avezados las hayan distinguido. La verdad es que las casetas de la feria estaban prácticamente desiertas. La mentira es que las personas sentadas en los bordillos de las zonas ajardinadas no estaban enfrascadas (¡que verbo más hermoso para definir la actividad lectora!) en la lectura de ningún libro sino…en las pantallas de sus teléfonos móviles.

No era el fantástico Yelmo de Mambrino, o sea, libros, lo que veían mis ojos en las manos de aquella gente, sino la vulgar bacía de barbero, o sea, los teléfonos móviles que sus usuarios miraban extasiados, como a una nueva deidad. Si hubiese estado en mi pellejo, hasta el pobre Don Quijote habría tenido que rendirse ante la evidencia, con lo cual Sancho Panza se habría visto privado de la oportunidad de inventar una palabra conciliadora pero de imposible traslación a la realidad: el libromóvil.

Seguir leyendo en el blog En lengua propia de Jaime Fernández.

 

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