En el actual panorama de la edición, con un proceso de concentración editorialcomo nunca se había visto, y una caída importante de la venta de libros en España y en todo Latinoamérica, los autores necesitan agente literario más que nunca.
Las editoriales independientes de hace unas décadas, que competían por conseguir y promover autores, ofrecer lo mejor a los lectores fieles a su línea, y también vender más, hoy casi no existen. Aunque mantengan su nombre original, muchas veces el apellido de su fundador, poco a poco han sido adquiridas por compañías muchísimo más grandes, hasta llegar a constituir, en el mundo del libro en español, solo dos grandes grupos que, sin contar los libros de enseñanza, tienen más del 75% de las ventas.
Las empresas de semejante dimensión, tienen dos problemas tan grandes como ellas mismas:
Uno, que deben cumplir con las expectativas de ganancias que exigen los accionistas, que suelen vigilar más la rentabilidad, que cualquier otro aspecto de la empresa y sus productos.
Dos, que son organizaciones muy costosas, con grandes estructuras internacionales, enormes gastos e instalaciones, que no es fácil trasladar al precio de venta de los libros. Tienen una operación global, que también requiere un alto margen de ganancias para subsistir.
Por todos lados, el imperativo es uno y principal: ganar más. Este es el origen de muchísimas de las situaciones que, para los autores, son desconcertantes.
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