En un mundo donde la copia puede realizarse a muy bajo coste o un coste marginal próximo a cero, la figura de la usurpación intelectual pierde sentido: si ofrecemos el fuego de nuestra vela para encender otra vela, no perdemos el fuego de nuestra vela sino que tenemos dos velas encendidas, la propia y la ajena, como ya dijo Thomas Jefferson.
Sin embargo, en el negocio editorial, que todos tengan velas encendidas sin pasar por caja supone un problema. La mayoría de los autores, tradicionalmente, nunca ha podido vivir de lo que escribe, pero sí lo hacen muchas editoriales. Y, para muchos, la desaparición de las editoriales significará la desaparición de los autores (o de libros calidad). Pero ¿esta lógica debe cumplirse exactamente así? ¿Hay modelos de negocio alternativos? ¿Qué opinan las nuevas editoriales más jóvenes?
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