Ray Loriga cumplió años hace unos días, pero sobre él siempre planeará la sombra del enfant terrible de una generación de la que intuyo no le gusta formar parte. Admira a los lectores que imita y sin embargo, no se parece a ninguno porque desde siempre tiene una voz propia. Muchos intentaron parecerse a él y fracasaron en su plagio.
Loriga quiso ser libre y lo logró a su manera. Y además, es admirado como el maestro que nunca quiso enseñar.
En el año 1992 leí «Campamento indio» de Hemingway. Me enamoré. Del escritor y de su literatura. Y pronto llegaron todos los demás, los norteamericanos, con Steinbeck y Auster a la cabeza. Y mi amistad con Scout Finch. Todavía eterna. Yo andaba perdida por las carreteras de estados por los que nunca viajé, cuando uno de los pocos amigos con los que compartía lecturas me regaló «Héroes», de un tal Ray Loriga. Me fascinó. En realidad, no sé si me lo regaló o si lo compré yo. Ni siquiera tengo relación con aquel amigo. Pero me parece más bonito que esta historia tenga una novela dentro de la historia. Metaliteratura, o lo que sea. Descubrí que había escritores -al menos uno- que escribían como a mí me gustaba leer.
Después llegó «Días extraños», que años después se transformaría en «Días aún más extraños». Y más novelas y cine y relatos. Y la vida descosida y remendada a este y a ese lado del papel.
Llevo años intentando que Loriga venga a la librería. Un conocido me dijo que fuera a la calle en la que vive y que gritara su nombre bajo su ventana, no me pareció la mejor carta de presentación y esquivé la idea. Pero entonces llegó mi amigo Manuel Ortuño, capitán de @tramaeditorial, y como Ray y yo somos muy de la amistad, todo encajó. El momento idóneo llegó gracias a la publicación de dos cuentos rescatados del olvido «Los oficiales y El destino de Cordelia». Un lectura que gocé y que me llevó hasta los años en los que me enamoré de la literatura de Ray solo porque no se parecía a ninguna otra.
El 14 de marzo Ray Loriga vendrá a casa. Por fin.
Si yo fuera vosotros, vendría.
Hay generaciones que uno debe conocer, y Ray es una generación en sí mismo. la rareza de una leyenda que nunca quiso serlo.
Texto de Laura Riñón, @amapolaslibreria