Hacía tiempo que no publicábamos una entrada en este blog que hiciera referencia a iniciativas ajenas a nuestra dinámica de trabajo. La exigencia de los proyectos propios; la saturación de las agendas; la prioridad en la difusión de lo emprendimientos de la casa: los pretextos son muchos e igualmente innecesarios. Hoy, sin embargo, la coincidencia que ha supuesto el hallazgo de una nota de prensa, su vínculo directo con una serie de conceptos que nos resultan particularmente cercanos, y el descubrimiento de una iniciativa muy sencilla pero de espíritu igualmente noble y pertinente, ha desentumecido la primera persona y nos ha motivado para compartirles estas anotaciones. Va entonces.
Numerosos son los espacios en los que se han dedicado ríos de tinta y pixel a darle vueltas a la idea de la crisis del sector editorial en España. Apenas ayer encontrábamos el enésimo texto al respecto, esta vez en el periódico El País. Saltan las alarmas en el sector editorial español… se titulaba una nota firmada por el reconocido crítico Winston Manrique Sabogal. El texto exponía, entre otras cosas, los últimos datos presentados por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) y se atrevía a afirmar que el mundo del libro ha retrocedido 20 años en sus ingresos por facturación en el mercado interior, con seis años consecutivos de caída, un 40,6% con respecto a 2008. Más allá de las alarmas de Manrique, el motivo de esta entrada pasa por la parte olvidada de la ecuación, que no es otra que la relación afectiva que los usuarios, en este caso los lectores, establecen con un determinado bien o entorno cultural. Y lo es porque la iniciativa que nos ocupa, YO AMO MI LIBRERÍA, provoca cuestionarse sobre la pertinencia de este elemento como valor de medida en todo ese ir y venir de cifras premonitorias.
Hay, como decíamos, varios conceptos de nuestro interés que cruzan por un proyecto como YO AMO A MI LIBRERÍA.
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