El ‘Diccionario para entender a los humanos’ de Perroantonio -que va acompañado de una advertencia: «Te voy a hacer una autocrítica»- demuestra que las palabras son subjetivas y van envenenadas.
«Academia», según el Diccionario para entender a los humanos (Trama editorial) de José Antonio Blanco (Baracaldo, 1961) es un «consejo de ancianos formado por artistas, escritores y filólogos al que la autoridad pública encarga la tediosa tarea de entorpecer la natural evolución de las Artes y las Lenguas». En el primer concepto ya pone de manifiesto el umbral que le supone la RAE. «Me ha ayudado mucho, en especial a desviarme del camino recto», dice en el prólogo. Y guiña: «Si por alguna razón se sienten ofendidos, envíen una carta al Ombudsman [una suerte de Defensor del Pueblo] de El País; me han dicho que es una persona muy comprensiva».
Las palabras son lo que cada uno quiera, o, más bien, lo que uno entienda, lo que uno construya. Los significados están ahí -por escrito en esas tablas de mandamientos que aspiran a ser los diccionarios-, pero las connotaciones son personales.
Seguir leyendo en El Español