“Con el oficio que he elegido esperaba una vida distinta a la que llevo. Imaginaba largas jornadas leyendo manuscritos que iban a cambiar la historia de la literatura, conversaciones en figones llenos de humo con escritores legendarios, esclarecedoras reuniones con colaboradores que continuarían en cenas memorables. Había creído poder repetir fácilmente la experiencia del NewYorker de William Shawn, de Shakespeare & Co. de Sylvia Beach, del Grupo Bloomsbury de Virginia Woolf, o de la Einaudi del trío Vittorini-Calvino-Pavese. Olvidé que un editor no es sólo un apasionado de los libros, un agitador cultural, sino que fundamentalmente es empresario, siempre pendiente de los impuestos, balances y cuenta de resultados” (Erratas de Marco Cassini).