


Bibliomancia. Elena Rius
Los libros, ¿tienen poderes mágicos? Si los consideramos como lo que físicamente son -un amasijo de hojas de papel impresas y encuadernadas-, y dejando de lado el mundo de la fantasía, es evidente que no. Pero lo que esas páginas contienen posee a veces (pocas, tal vez, pero dignas de tener en cuenta) un enorme valor. Hay obras que, por su relevancia, por su influencia, se han considerado dechados de sabiduría, pozos donde buscar una guía para la vida. Mucho antes de que existieran los libros, ante una decisión o una situación comprometida, los antiguos se dirigían a algún oráculo para pedir consejo. Era casi obligado pasar por la pitia de Delfos, el oráculo de Dodona o la Sibila romana antes de tomar una decisión de cierta gravedad. Aunque los vaticinios de estos oráculos no siempre eran claros; mejor dicho, eran notoriamente oscuros, para que así cada cual pudiese interpretarlos a su gusto. Porque, en fin, para eso servían, para dar respaldo divino a lo que uno ya había decidido de antemano hacer.
Por un acto de transferencia que tiene algo de misterioso, ese papel de mostrar el camino a seguir lo heredaron algunas grandes obras literarias, que pasaron a actuar ellas mismas como oráculos. Al azar, se abría el libro en cuestión y se leían las primeras líneas que aparecían ante los ojos. Luego, se interpretaba lo leído de acuerdo con la pregunta que uno hubiese formulado, una práctica conocida comosortes. Es decir, ciertas obras se vieron investidas -al menos a ojos de los que creían en ellas- de poderes mágicos. Homero, admirado unánimemente por el mundo antiguo, fue quien primero logró este estatus. Las sortes homericae fueron practicadas por Sócrates, por ejemplo. Y, aunque hasta donde yo sé no hay constancia de ello, no puedo evitar imaginar que lo mismo haría Alejandro, ya que según se dice no se separaba nunca de su ejemplar de la Ilíada. No sería extraño, pues, que le pidiese consejo de vez en cuando. Los romanos, no queriendo ser menos que los griegos, pronto entronizaron al gran Virgilio como oráculo: las sortes vergilianae se hicieron habituales y su práctica siguió vigente durante la Edad Media y el Renacimiento. Se dice que futuro emperador Adriano, mucho antes de ser proclamado como tal, recurrió a ellas para preguntar por su futuro (la corte imperial estaba plagada de peligros, ya saben).
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Un librero. Álvaro Castillo Granada. Random House
Álvaro Castillo Granada
Random House
2018. 134 p.
Colección: Literatura Random House
ISBN 978-958-54-5804-8
Álvaro Castillo Granada, más que librero, cazador de libros, cuenta en estos textos, con la autoridad que le da su experiencia, los caminos azarosos y fascinantes que recorrieron algunos ejemplares antes de llegar a las manos del lector. Y lo narra con destreza, ya sea a través de la crónica o el cuento, en este libro sobre los libros, que también se puede leer como una declaración de amor a ellos y a su oficio de librero». Este libro debe abrirse con cuidado, pues contiene la vida secreta de los libros: las manos que los acariciaron, los lugares que recorrieron, las obsesiones que despertaron, las amistades y los amores de los que fueron cómplices. Son dieciséis relatos en los que Álvaro Castillo Granada, el librero más dedicado que conozco, nos lleva, con una prosa fina y precisa, al detrás de escena de una vida consagrada a los libros».
“Esa pregunta me la han hecho muchas veces:
— ¿Ustedes compran libros?
Después de responder que “Sí, claro, nosotros compramos libros usados”, empieza la conversación. Parece que todo dependiera de la respuesta. Algo así como cruzar corriendo un puente que tememos se derrumbe bajo nuestros pies. Mientras más rápido corramos, mejor. Como si la velocidad pudiera conjurar el destino.
La voz cambia:
—Vamos a cambiarnos de apartamento y tenemos muchos libros. No podemos llevárnoslos todos. Tenemos que escoger. Imagínese: nos vamos a un apartamento chiquito. ¿Cuándo puede venir?
Ahí sí la velocidad de mi respuesta conjura el destino (si dudo o me demoro en ir alguien más lo hará y conseguridad hallará el tesoro)”.
De esta manera inicia uno de los relatos de Un librero (Literatura Random House, 2018), el nuevo libro de Álvaro Castillo Granada, uno de los libreros más importantes de Colombia.
En los quince cuentos que conforman este volumen merodea un librero apasionado por su oficio.
En algunos él es el protagonista de una historia derivada de su obsesión: la adquisición o la venta o la recomendación o la pérdida de un libro lo llevan por caminos insospechados, a veces al amor, a veces a la tristeza, a veces a los recuerdos, a veces a la máxima emoción; en otros cuentos él no es más que un testigo de los destinos impredecibles que tienen los libros y los lectores y los libreros y los escritores, y puede enterarse, desde el rincón atestado en el que atiende en su librería.
“Álvaro Castillo Granada, más que librero, cazador de libros, cuenta en estos textos con la autoridad que le da su experiencia, los caminos azarosos y fascinantes que recorrieron algunos ejemplares antes de llegar a las manos del lector. Y lo narra con destreza, ya sea a través de la crónica o el cuento, en este libro sobre los libros, que también se puede leer como una declaración de amor a ellos y a su oficio de librero”. (Jorge Franco)
“Este libro debe abrirse con cuidado, pues contiene la vida secreta de los libros: las manos que los acariciaron, los lugares que recorrieron, las obsesiones que despertaron, las amistades y los amores de los que fueron cómplices. Son dieciséis relatos en los que Álvaro Castillo Granada, el
librero más dedicado que conozco, nos lleva, con una prosa fina y precisa, al detrás de escena de una vidaconsagrada a los libros”. (Pilar Quintana)
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‘El ebook es un producto estúpido: sin creatividad, sin mejoras’, dice el CEO de Hachette Group
Una entrevista con Arnaud Nourry sobre el futuro de la publicación digital, por qué se enfrentó a Amazon como oponente y al potencial de mercado en India.
Original en inglés en Scroll.in
Con más de 17,000 títulos nuevos cada año y ventas de $ 2,826 millones en 2016, el grupo de compañías Hachette Livre se ubica cómodamente entre las cinco principales editoriales en inglés, junto con Penguin Random House, Simon & Schuster, HarperCollins y MacMillan Publishers. Con sede en Francia, sus autores incluyen a John Grisham, Enid Blyton, James Patterson, Robert Ludlum y Stephen King. Mientras que su filial de India acaba de completar 10 años de operaciones en India, la empresa matriz ha estado en el negocio durante casi dos siglos. Con el apoyo de un ambicioso plan de adquisición global, el gigante editorial tiene presencia en todas las formas de publicación comercial (no académica). El presidente y CEO de Hachette Live Group desde 2003, Arnaud Nourry, estuvo en India recientemente para celebrar una década de Hachette India y habló con Scroll.in sobre su estrategia y el futuro de la publicación. Extractos de la entrevista:
Hachette tiene más de 150 imprentas en todo el mundo y saca más de 17,000 nuevos títulos al año. ¿Cómo mantiene el grupo un espíritu consistente en las impresiones y geografías? ¿Es eso incluso necesario cuando los mercados y lectores son tan diferentes en estas diferentes regiones?
No mantenemos un ethos. Compartimos valores por supuesto: cultura, educación, libertad de expresión, servicios a los autores, creatividad e innovación. Pero más allá de eso, cada impresión tiene su propio posicionamiento, espíritu, ethos, desarrollo y libertad. Esta es la única forma en que podemos ser buenos editores en India, en México, en Japón, en España o en el Reino Unido o los EE. UU. Estos mercados son completamente diferentes el uno del otro. Eso no significa que algunos libros no viajan, hay éxitos en todas partes. Pero la dimensión local de los mercados es tan grande que no intentamos ser iguales en todas partes.
¿Sigue siendo Europa su mercado más grande? ¿Cuáles son los mercados emergentes con mayor potencial que ves en este momento?
Un tercio de nuestro negocio está en el idioma francés en Francia, Bélgica, Suiza, Canadá y otros países de habla francesa, 25% en los Estados Unidos y Canadá de habla inglesa, 20% en el Reino Unido, India, Australia, Nueva Zelanda y Irlanda, 10% en español y otro 10% en el resto del mundo.
Nuestro enfoque y estrategia ha sido publicar en francés, inglés y español, y como una segunda etapa de desarrollo, decidimos investigar otros idiomas como chino, ruso y árabe. Tengo que decir que China es un país difícil, así que no estoy 100% satisfecho con nuestros éxitos allí. El idioma árabe es fascinante porque hay una gran cantidad de lectores. Aunque debo decir que el entorno político y militar no es de gran ayuda para vender libros. Rusia es bastante interesante y tenemos éxito. Y, por supuesto, India es uno de los mercados más interesantes para nosotros en este momento.
¿Qué potencial ves en el mercado indio en particular? Tenemos millones de hablantes de inglés, pero el número de lectores en inglés sigue siendo muy bajo como porcentaje de esa población. ¿Qué crees que puede estimular un aumento en este número de lectores?
No estoy seguro de que el porcentaje sea tan bajo si considera que todos los niños leen libros de texto. La tasa de becas en la India es una de las más altas del mundo, por lo que es prometedor para el futuro. Creo que hay un gran potencial de crecimiento en el número de lectores en India. Hemos cuadruplicado nuestra facturación en los últimos años y eso no proviene de los precios, es de la venta de más libros. Con el paso del tiempo, las personas se darán cuenta del valor y las oportunidades de desarrollo personal que les brinda la lectura.
Sí, se estima que los libros de educación probablemente contribuyan con el 70% de todas las publicaciones indias. Pero, ¿qué pasa con las otras formas de publicación comercial? ¿Eres optimista en ese frente?
No estamos en el sector de la educación. Extendemos marginalmente libros de educación de Inglaterra a India, pero no es el núcleo de nuestro negocio. Pero sí creo que mientras más libros de texto estén en manos de los niños, más encontrarán que comprar y leer libros para niños, y cuando sean mayores, libros para adultos, es una experiencia agradable. Así que estoy optimista en el lado del comercio seguro.
En 2014, Hachette se hizo famosa y ganó contra Amazon al decidir quién controlará los precios de los libros electrónicos: ellos o los editores. Mirando hacia atrás, ¿ha ayudado esa victoria?
Cuando asumí el puesto de Presidente y CEO de Hachette en 2003, estudié lo que había sucedido en las industrias de la música y el video, o en el presente, tomé el ejemplo de la industria de las revistas. Me di cuenta de que cometieron dos errores. El primero fue retrasar la digitalización de su producto, lo que ayudó a que surgiera la piratería. El segundo error fue que no mantuvieron el control sobre el precio de sus creaciones, por lo que no pudieron proteger su facturación, los ingresos de sus cantantes o escritores.
Entonces, en el año 2006-2007, cuando los ebooks llegaron a nuestro mercado, estaba absolutamente convencido de que cuando saltamos al mercado de los libros electrónicos, necesitábamos mantener el control de nuestro precio. Esto no solo provenía de pensar en nuestros ingresos. Si dejas que el precio de los libros electrónicos baje a $ 2 o $ 3 en los mercados occidentales, vas a matar toda la infraestructura, vas a matar a los libreros, vas a matar a los supermercados, y vas a matar al autor ingresos. Debe defender la lógica de su mercado contra el interés de las grandes compañías tecnológicas y sus modelos comerciales. La batalla en 2014 fue todo sobre eso. Tuvimos que hacerlo.

Pradera fue un editor libre en la grisura de la dictadura. José Andrés Rojo en El País
A Javier Pradera (San Sebastián, 1934-Madrid, 2011) se lo conoce sobre todo por la finura con la que construía sus argumentos y por la contundencia con que sabía llevarlos a la página escrita, ya fuera como editorialista o como analista político. Estuvo vinculado a EL PAÍS desde su fundación y contribuyó decisivamente a dar consistencia a las posiciones de este periódico durante la Transición y, más adelante, ya en democracia.
En Javier Pradera. Itinerario de un editor(Trama Editorial), que ayer se presentó en la Fundación Diario Madrid, Jordi Gracia se ha ocupado de rescatar otra de sus grandes dedicaciones: hacer libros. Empezó porque tuvo que buscarse alguna fuente de ingresos una vez que, por su actividad política, se le complicaran las cosas. Con el tiempo, comentaron ayer, se convirtió en referente y maestro de editores. Todo empezó en 1959 cuando entró como agente comercial en la editorial Tecnos.
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Los autores como lectores Lógicas internas de la literatura española contemporánea. Miguel Ángel García. Marcial Pons
Los autores como lectores. Lógicas internas de la literatura española contemporánea
Miguel Ángel García
ISBN:9788491234258
Editorial: Marcial Pons
Fecha de la edición:2017
Colección: Universidad y Lectura
Encuadernación: Rústica
Nº Pág.: 308
Sinopsis
Este libro trata de mostrar hasta qué punto los autores son necesaria y previamente lectores, hasta qué punto leen de acuerdo con un inconsciente ideológico y estético, y lo hacen como una forma de construir su yo literario, para leerse a sí mismos a partir de los autores leídos, para definirse mediante la tradición lejana o inmediata, incluso para situarse en el sistema o el campo literario del que forman parte, trazando afinidades y diferencias con respecto a los demás habitantes de esa tradición o de ese campo.
Escribir presupone saber leer, los autores comienzan por ser lectores; lectores de otros y, lógicamente, lectores de sí mismos mientras escriben y cuando su obra ya está constituida como objeto. En cierto modo, este libro, que no es un manual, propone un canon, por lo demás bastante asentado. Si lo hace, es porque a la vez propone, también en cierto modo, no una historia de la lectura, una historia literaria del lector a partir de los autores seleccionados o una biografía de estos como lectores, sino una historia de la literatura española contemporánea muy parcial e incompleta, que solo resalta una serie de lógicas internas dentro de otras muchas posibles, pero que al fin y al cabo resultan significativas para trazar un entramado histórico a partir de la dialéctica entre escritura y lectura.
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Por qué deberías tener un librero (o varios). Ricardo Ruiz de la Serna
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;/ a mí me enorgullecen las que he leído”. Jorge Luis Borges comenzaba así su famosísimo poema “Un lector”, que es el penúltimo del poemario “Elogio de la sombra”. Este argentino prodigioso, que tanto amaba la lectura, se quedó ciego y, en una “magnífica ironía” que atribuyó a Dios, ocupó el cargo de director de la Biblioteca Nacional de Argentina de forma que le fueron dados, a la vez, “los libros y la noche”. Uno puede imaginarlo tocando los volúmenes y esperando una voz amiga que se los leyese.
Una biblioteca puede albergar una suerte de paraíso. Por lo pronto, es una reunión de amigos. Ya lo escribió Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos”. Tras su caída en desgracia y su retiro de la vida pública, Maquiavelo se vestía con sus mejores galas para leer a Tito Livio y evocar las glorias de la República romana. No debería, por tanto, minusvalorarse el cuidado que un lector le debe a su biblioteca. De lo contrario, invertirá tiempo, espacio y dinero en una acumulación de libros que lo sumirá en la tristeza y el desaliento que sufrió Aureliano, el teólogo, porque –de nuevo Borges– “como todo poseedor de una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerla hasta el fin”.
Por supuesto, como advirtió Ricardo de Bury, autor del “Filobiblion”, obispo de Durham y canciller de Inglaterra, “los libros deben comprarse siempre salvo en dos casos: que se trate de «salir al paso de la malicia del vendedor» o que «se espere una ocasión más propicia para comprarlo»”. Fuera de estos supuestos, uno debe hacer bueno el mandato del libro de los Proverbios 23, 23: “compra verdad y no la vendas”. Queda, pues, dicho que los libros, en general, han de adquirirse sin ceder a la tentación de soluciones poco piadosas que no se mencionarán aquí.
Por eso, los bibliófilos sabemos la deuda de gratitud que un lector tiene con su librero.
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¿Adónde va la música cuando deja de sonar? Antonio Rodríguez de las Heras
Estamos encarando los cambios del mundo digital desde la posición en la que la cultura escrita nos había situado. Hace no muchos años, pero muy rápidamente, mientras teníamos abierto un libro entre las manos, llegó otro artefacto -aparatoso para nuestro gusto de lectores- que ofrecía un espacio de lectura distinto al de la página de papel.
¿Por qué le hicimos caso y quisimos probar qué tal se podía leer? Quizá por la misma atracción vertiginosa que nos mueve a asomarnos al brocal de un pozo. ¿Qué fondo podría tener este competidor del libro códice? Pues la impresión que sentíamos era que las palabras escritas se ocultaban en un disco como el agua de ese pozo bajo su superficie. ¿Cuánto texto podía contener? Desde luego que más que un volumen habitual. El sueño del libro mundo, en la cultura escrita, parecía que con estos artefactos tendría condiciones para su realización.
Y esta tentación para no dejar de prestarle atención, aunque fuera de reojo y sin superar la incomodidad que produce el intruso, se hizo mucho mayor cuando la Red nos presentó una versión del libro de arena, del libro infinito, en la que los granos eran ceros y unos y la Red un insondable arenal. Ya no estaban las palabras confinadas en el pozo de un disco, como lo habían estado hasta ahora también entre las cubiertas de un libro códice, sino que se habían derramado por la Red. Así que, ¿dónde estaban?
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10 cosas que pasarían en el mundo si no existiesen las bibliotecas ni los archivos. Julián Marquina
No me gustaría vivir en un mundo sin bibliotecas y sin archivos. Realmente me asusta cada vez que leo que cierran bibliotecas, que los archivos están colapsados y su información es inaccesible, que se despide al personal e incluso que el trabajo en bibliotecas y archivos podrían ser realizado por máquinas. Puede que nunca lleguemos (hablo en general) a darnos cuenta de su valor real ya que es algo que tenemos a nuestra disposición y que utilizamos (e incluso infrautilizamos)… y es difícil ponernos en un escenario de inexistencia o liquidación de bibliotecas y archivos, pero intentemos imaginarlo.
Para empezar, y es algo fácil de suponer, todo el acceso a la información sería de pago. No todo el mundo tendría las mismas oportunidades de conocimiento y estaríamos frente a una sociedad desinformada y manipulable. Toda nuestra información sensible circularía sin control por los mercados negros de la información. No tendríamos acceso ni conocimiento de nuestro pasado ya que no se guardaría ninguna información. Existiría tal brecha social que la sociedad estaría dividida en sociedad informada y sociedad desinformada.
Si no existiesen bibliotecas ni archivos… ¿habrían llegado hasta nosotros, por ejemplo, la teoría de la gravedad de Isaac Newton o la teoría de la relatividad de Albert Einstein? ¿La gente podría haber leído obras como Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes o Hamlet de William Shakespeare? ¿Dónde quedarían los antiguos textos egipcios o griegos?… Quizás no nos plantearíamos estas preguntas porque ni por asomo hubiésemos escuchado hablar de ellos.
Seguir leyendo en el blog de Julián Marquina.
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Te voy a hacer una autocrítica: Un delirio fresco y divertido, divertido de verdad. En Revista Leer
“En este lugar reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin vanidad, la fuerza sin insolencia, el valor sin crueldad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios”. Es el epitafio que Lord Byron le colocó en el mausoleo de los jardines de Newstead a su Terranova Boatswain. Esto se viene traduciendo popularmente en algo así como “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. Seguimos la línea descendente en sentido contrario al “sentimentalismo del movimiento romántico”, porque, nos avanzan en Trama, “la ironía es la manera de ver el mundo después de las matanzas mundiales”; y la cosa acaba en Perroantonio (“versión furiosa de José Antonio Blanco”). Este híbrido arrollador tiene la capacidad de despertar automáticamente las simpatías de todos los amenazados por la sátira que marcan sus afilados incisivos, algo insó- lito y otro punto a favor del marcador canino frente a la incongruencia de la humanidad. Porque Perroantonio viene para enmen – darnos la plana a los humanos y hacernos una autocrítica. Y nos muerde bien mordidos y nos hace gracia y no paramos de reírnos. Tremendo. Definiciones/dentelladas de un diccionario ácido, muy particular, que tiene leña para todos y para todo, del “político” al “vegetariano”, de la “cirugía estética” a la “hermenéutica”. Un delirio fresco y divertido, divertido de verdad. Que me encierren, pero deja con ganas de más mordiscos. / M. R.
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