Mi suicidio

Mi suicidio
Hay muchos suicidas en la Historia de la Literatura, pero pocas notas de despedida que sean tan bellas como la que dejó Henri Roorda.
Mi suicidio es un texto de una sinceridad profunda, en el que desgrana las preguntas esenciales de la vida, el amor, el trabajo y el placer, mientras va preparando su fin. El autor no era un ser enfermo, desesperado o embargado por una pasión descontrolada. Todo lo contrario. Había sido un dandy, un degustador de los alimentos «terrestres», un hombre sensual que gozaba de los placeres mundanos de la vida. Esta obra vitalista, sobria, concisa, tan pura como la belleza de la vida a la que estaba atado, nació en un principio con el título de El pesimismo alegre. Este texto apareció por primera vez en 1926 en Lausana, en una edición limitada y privada por cuenta de sus amigos.
«Hasta tal punto estoy vivo que no siento la proximidad de la muerte.»
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Reseñas y notas de prensa
- «Henri Roorda: derecho a cerrar la puerta», Gian P. Codarlupo, ABC Color, 16 de junio de 2024.
- «Una vida plena abocada al suicidio», Aurelio Loureiro, Epicuro, 8 de diciembre de 2020.
- «Los famosos recomiendan sus libros imprescindibles para este Sant Jordi», La Vanguardia, 23 de abril de 2020
- «Queridos suicidas: una aproximación en diez libros», Aloma Rodríguez, El País, 22 de mayo de 2018
- «Levantar la mano sobre uno mismo III. Mi suicidio», reseña de Joan Flores Constans en su blog Je dis ce que j’en sens.
- «Los raros. Mi suicidio, del suizo Henry Roorda»; reseña de Javier Aspiazu en el blog Pompas de papel, 06/06/2016
- Reseña en blog Devaneos, de Francisco H. González.
- «El alegre pesimista», F. J., El País, 7 de febrero de 2004.
Sobre el Autor

Henri Roorda (1870-1925) fue pedagogo, escritor, hedonista, librepensador, profesor de matemáticas. Conocido en los ambientes literarios por el seudónimo de Balthasar. Muchos de sus escritos constituyeron un irónico compendio de la estupidez humana que, sin embargo, destilan un profundo sentido solidario. Dotado de mucho humor y una lúcida capacidad de observación, fue autor, entre otras obras, de Le pédagogue n’aime pas les enfants, Mon internationalisme sentimental, Le Roseau pensotant… En noviembre de 1925 decidió poner fin a su vida.