Una cueva diluvial en la Cava Baja

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Una cueva diluvial en la Cava Baja
Disponible

20,00 

Colección: Entrecajas
Formato: 300 x 210 mm
Traducción:
Año: 2019
ISBN: 978-84-89239-36-4
Páginas: 72

Una cueva diluvial en la Cava Baja

A mediados de los años 80 del siglo XX la recuperación municipal de La Movida certificó su defunción pero, afortunadamente La Mandrágora ya había muerto joven precisamente porque constituyó la «ancianidad» de dicho fenómeno madrileño. Lo dijo Krahe (refiriéndose a D. Andrés Octogenario): «Irse a morir así… en plena senectud…».

La Movida, esa desvergonzada señora bisexual a quien pusieron cara Alaska y Los Pegamoides o Almodóvar y McNamara, nunca consideró en el fondo que La Mandrágora formase parte de su cuerpo presente. Y no es menos cierto que aquella modernidad odiaba a los «cantautores», por no hablar de la posmodernidad que estuvo durante un tiempo en la Luna. Decididamente La Mandrágora fue una secta, la parte de La Movida que salió movida en la foto de familia.

Lo acaba de decir Sabina con su mejor voz cascada: «Era en aquel Madrid / de la movida / donde mandaban Tierno / y don Cebrián, / era en aquel Madrid / ¡Viva la vida! / Qué buen corral de cuernos / qué dulce hogar… era en aquel Madrid / mandragero, / cuando Tejero / era un buen guardia civil. Lo hemos cantao, / bendita cava baja, / lo hemos cantao / con alma y vasilón, / lo hemos cantao / Cavestany lo sabe / don Krahe, Alberto Pérez / y aquí su servidor…»

Cavestany hace en este cuaderno un descubrimiento sensacional: La Mandrágora, milagrosamente conservada en el LOESS diluvial de la Cava Baja, no había muerto joven. Su cadáver, señores, goza de buena salud.

Sobre el Autor

Enrique Cavestany

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