Modernizarse es un cambio de modelo en el negocio tradicional, desarrollar formas de trabajo diferentes, revisar la estrategia de negocio con y en los mercados externos, revalorizar la gestión de proximidad, flexibilizar los esquemas de producción, aprovechar las ventajas de la digitalización para descentralizar la gestión, y no al revés, para evitar aplicar valores analógicos a una gestión digital.
La Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha llevado a cabo durante los meses más duros de la pandemia un estudio sobre los retos presentados a las pymes del libro.
Parece claro que la pandemia ha transformado la experiencia de los clientes en la relación con los productos editoriales, sin embargo, lo complejo del diagnóstico es que el comportamiento de las personas ya estaba cambiando desde hacía bastantes años. A partir de esta consideración, lo que se sugiere es que las transformaciones que han surgido en la pandemia pueden ser menos soluciones coyunturales, que modificaciones de comportamientos con una trayectoria más larga y que se han consolidado durante esta crisis.
Cerlalc celebra sus 50 años de compromiso con la construcción de sociedades lectoras. Como parte de las actividades de celebración, del 16 al 19 de noviembre tendrán lugar una serie de conferencias virtuales a través de su página de Facebook y canal de Youtube en las que discutir sobre el futuro de la lectura, el libro, las bibliotecas, la industria editorial y cultural.
Thad McIlroy ha publicado en su blog, The Future of Publishing, un extenso artículo sobre aquellos títulos que consideramos de fondo y por qué son importantes.
El artículo comienza intentando definir qué consideraríamos un título de fondo que, de manera muy superficial, podría entenderse como aquel libro que queda en la sombra, a diferencia de las novedades que se siguen promocionando y encontrando en las mesas de las librerías. Hay quien considera que un libro comienza a ser de fondo cuando tiene más de un año de vida; otros, seis meses. Thad McIlroy, en cambio, lo expresa así «El fondo del catálogo es un estado de ánimo».
En la carta «Querido Jeff» Richard Charkin ha querido repasar los puntos de fricción y eternamente conflictivos de la industria editorial con Amazon. Con su habitual sentido del humor y a riesgo de enfadar a algunos colegas del sector, se dirige a Jeff Bezos para reconocer también el importante papel de Amazon durante la pandemia para la industria del libro.
La Asociación Internacional de Editores ha presentado un conjunto de siete informes que examinan los aspectos clave de la industria editorial internacional.
Todos ellos contienen una gran cantidad de información que editores y asociaciones de editores de todo el mundo pueden utilizar en su trabajo y en sus interacciones con los gobiernos locales.
The Global 50 World Publishing Ranking 2020 proporciona una lista de clasificación, un análisis de las tendencias y un retrato de 55 empresas que reportan ingresos, cada una de ellas, de más de 150 millones de euros (o 200 millones de dólares).
La industria editorial, en sus mejores momentos, está asociada a la creación y a la divulgación de la cultura; estrechamente vinculada al progreso de la educación y a la formación de conocimiento, lo mismo si se trata de literatura que si se refiere a la ciencia, el arte, la historia, la religión, los viajes, etcétera.
Después de la segunda guerra mundial (1939-1945) tocó a la industria editorial la reconstrucción más importante: la del pensamiento. Y esta reconstrucción (que se hizo a la par de retirar escombros y levantar nuevas edificaciones) corrió a cargo de las editoriales universitarias y los sellos independientes, cuyos impulsores tenían la certeza de que ninguna reconstrucción sería duradera si, en medio del nihilismo ocasionado por la barbarie bélica, no se reedificaba la inteligencia.
La historia de este antídoto contra la devastación no sólo de los edificios sino, sobre todo, de la conciencia y el saber, la encontramos en muchos libros, pero especialmente está en dos volúmenes ejemplares: La industria del libro. Pasado, presente y futuro de la edición (Anagrama, 2001), de Jason Epstein, y La edición sin editores. Las grandes corporaciones y la cultura (Era, 2001), de André Schiffrin. Estos libros cuentan la historia de los esfuerzos y afanes denodados por restablecer la confianza en la cultura y en la educación en los años finales de la primera mitad del siglo xx.
La industria editorial Argentina tiene un dilema a resolver: ¿quiere ser solamente la de un país consumidor –amplio y culto sin duda—, o generar una industria editorial potente que recupere los mercados externos que una vez tuvo, y así crecer?
Una industria editorial fuerte es un buen negocio, y además permite crear los canales comerciales imprescindibles para que los libros de los autores de un país puedan circular en otros.
Un pasado de vanguardia
A mediados del siglo veinte, la industria editorial argentina abastecía de libros a todos los países de Latinoamérica, y de manera marginal en términos cuantitativos, pero fundamental culturalmente, a España, que compraban en pequeñas cantidades libros que el gobierno de Franco no permitía publicar. Una censura férrea, que controlaba mucho más la edición local, que los pequeños envíos que llegaban por correo a las librerías.
Qué penoso es ver a los políticos europeos peleando para no aceptar refugiados en sus países, gente desesperada que huye de las guerras, sostenidas con la venta de armamentos que hacen los mismos países europeos que no los quieren recibir. (El 28% de la exportación de armas de España ¡es a Siria!).
Mientras este debate oprobioso, indigno y vergonzante lleva la tensión de la Unión Europea al límite, asistimos a un curioso fenómeno unificador: el lanzamiento en todos los países, en forma simultánea, del tomo IV de la serie Millenium ™ de Stieg Larsson, solo que ya no está escrita por él, su muerte es conocida por los lectores. Estos hechos tan contrastados nos sumen en una gran paradoja.
Es público que este escritor sueco, ex periodista, ex editor de revistas de izquierdas siempre en riesgo, de vida modestísima, que nunca ganó más que para sobrevivir, dedicó sus últimos años a escribir los tres primeros tomos de esta saga, y murió de un ataque al corazón a los 50. No llego a ver publicada su obra, que tuvo un éxito tan arrasador como internacional, vendiendo más de 80 millones de ejemplares.