El 9 de abril de 2019, el ministro de Cultura francés, Franck Riester, encargó a Bruno Racine, exdirector del Centro Pompidou y de la Biblioteca Nacional de Francia, un informe sobre la situación social y económica de los artistas-autores. Un encargo que hay que situar en un contexto de descontento creciente en el sector por el anuncio de una serie de reformas fiscales que ponían de manifiesto, una vez más, la ignorancia de las políticas culturales en cuanto a la especificidad del trabajo artístico y creativo.
Las industrias culturales no son ajenas a esta transformación. Es más, alguno de los sectores que forman parte de ellas, como es la música, fue uno de los primeros en experimentar cambios de gran calado con el surgir lo digital.
Y los efectos fueron dramáticos. Según algunas estimaciones, las ventas de música analógica o física de desplomaron alrededor de un 60% entre 2000 y 2015.
Sin embargo, la digitalización no ha destruido el sector, aunque sí lo ha transformado radicalmente y la industria musical ha liderado la adaptación digital. Los modelos de negocio en torno a la propiedad (ventas físicas y descargas) han dado lugar a soluciones basadas en el acceso, como ocurre con el streaming.
Pocos sectores han sabido encontrar nuevas formas de monetizar el contenido online como el musical. Los músicos, por su parte, han potenciado los tours y las actuaciones en directo, y se han esforzado por ampliar su base de fans a través de canales como las redes sociales.
La digitalización ha afectado a la industria creativa y cultural, sobre todo a su cadena de valor. Y este es el tema que se analiza a fondo en el estudio “Mapping the creative value chains – a study on the economy of culture in the digital age”, realizado para la Comisión Europea por Idea Consult, Kea EuropeanArrairs y SMIT – Vrije Universidad de Bruselas.
Repasamos en este post algunas de sus principales conclusiones, en forma de retos a los que se enfrentan, porque creemos que pueden ser de utilidad para todos aquellos que estén en la industria creativa y cultural o se estén planteando emprender en este sector.
# Imbricación y convergencia
La colaboración entre actores o agentes de la cultura no es nueva. De hecho, tradicionalmente han tenido un carácter más abierto, más permeable que otros sectores. Pero con la digitalización, la integración en la cadena de valor es más intensa que nunca. Algunos sectores han sido más proclives a la interrelación con otras actividades económicas (los videojuegos, por ejemplo, en el campo de la salud con los serious games o la televisión y las empresas de telecomunicaciones), mientras que otros lo han sido menos (las artes visuales).
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