El paradigma digital y sostenible del libro. Introducción | Trama Editorial

El paradigma digital y sostenible del libro. Introducción

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ANTES DE EMPEZAR, UN POCO DE HISTORIA
El libro que usted, lector, tiene entre sus manos es producto de una colaboración fructífera entre dos autores que trabajan y reflexionan sobre el sector del libro desde hace muchos años. El texto está escrito desde la humildad más absoluta, sin pretender cerrar ningún debate en curso sino abrir puntos de vista, espacios de contraste de opiniones, e intentar dibujar un escenario en el que los futuros del libro y sus antinomias puedan ser reconducidos hacia una transición digital ordenada y rigurosa en beneficio de los eslabones de la cadena de valor y, esencialmente, del cliente final. A comienzos del verano de 2010, en el entorno de los cursos que organiza la Asociación de Revistas Culturales de España (ARCE), comenzamos a confluir en unas líneas de análisis muy semejantes, lo que posibilitaba abiertamente el construir un proyecto colaborativo de reflexión conjunta, sin egos mayestáticos ni sobresalientes, desde la consideración a opiniones no siempre compartidas, pero bajo el parámetro de un enorme respeto al libro y sus ecosistemas, y bajo la óptica de contemplar el sector con muchas más sombras que luces.
A partir de esas primeras conversaciones entre nosotros, y de multitud de debates con amigos y colegas libreros y editores, surgió la necesidad de plasmar sobre el papel parte de nuestras ideas y consideraciones sobre la evolución del sector, ahora inmerso en el proceso de mutación digital. La perspectiva nos la daban muchos años de experiencia viendo el toro desde los medios: ambos habíamos desarrollado nuestra actividad profesional trabajando mano a mano con libreros, editores, distribuidores y bibliotecarios; formando a futuros editores con la responsabilidad que comporta decidir cuáles son las competencias, conocimientos y herramientas que sería conveniente adquirir para tener una mínima posibilidad de prosperar en la convulsa y a menudo nebulosa situación actual; muchos años, también, dedicados al fomento de la lectura, la defensa de las librerías, la incorporación de las nuevas tecnologías al sector; en definitiva, ocupados en la reflexión sobre todo lo relacionado con el mundo del libro. Y todo con una pasión compartida: el amor al libro.

El discurso del libro parte de la constatación de una obviedad no tan clara todavía para todo el mundo: el sector del libro atraviesa una crisis doble y profunda, no tanto un aprieto circunstancial que pueda resolverse con algunos ajustes menores, como una insoslayable crisis estructural que le llevará a ser algo distinto de lo que es, a operar de una manera nueva y diferente. Una crisis económica con una deflación del consumo de proporciones imponentes, y una crisis estructural de sus modelos, donde la digitalización se constituye en una gran oportunidad o, a veces, en una gravísima amenaza para una reingeniería urgente de todo el ecosistema del libro.
Cabría sostener que esa crisis es económica, medioambiental y cultural: Económica porque la industria del libro es heredera de un modo de producción predigital que lastra financieramente todas sus operaciones hasta hacerlas, hoy en día y más que nunca, insostenibles (sobrecostes industriales de partidas invertidas en tiradas que se deciden sin fundamento; costes de almacenamiento, comercialización y distribución que recortan un porcentaje importante del teórico beneficio que el editor pudiera recibir; supeditación del editor a la voluntad o el beneficio de quien le distribuye y decide la colocación de los productos; sobrecostes de las devoluciones, cada vez más cuantiosos en un mercado de alta y vertiginosa rotación, que el editor se ve obligado a asumir en un mercado en el que no existe la venta en firme y donde los riesgos son apenas compartidos).
Medioambiental, porque apenas existe conciencia del impacto que la cadena de valor del libro produce sobre su entorno, de la procedencia de las materias primas que utiliza (tintas, papel, etc.): los editores nos abastecemos de tintas y de papel, que convertimos en objetos que se reproducen industrialmente y se distribuyen mediante energías fósiles, yendo y viniendo sin sentido ni control de la imprenta al punto de venta y de allí al almacén. No hay una estimación, hasta donde sepamos, del impacto global que el trabajo concatenado de todos estos agentes produce sobre el entorno. Sabemos, sin embargo, que la industria papelera de la que nos abastecemos es la cuarta más contaminante entre todos los tipos de industrias que existen, más incluso que la de los vuelos intercontinentales; que la industria papelera norteamericana, la primera del mundo, emite 750 millones de toneladas de CO2, de las cuales 100 millones corresponden al papel; que en el mundo se consume un millón de toneladas de papel diarias, o lo que es lo mismo, 360 millones de toneladas anuales, una cifra ecológicamente insostenible; que siguen talándose bosques primarios protegidos en Indonesia, Brasil, Canadá y Finlandia, y que parte de esa pasta y madera sin certificar es consumida por la industria española, tal como denunció en su momento Greenpeace; que los pigmentos de las tintas que utilizamos son importados, cada vez más, de países como la India y China, pigmentos que contienen metales pesados y disolventes incontrolados; que utilizamos en nuestras imprentas, todavía, alcoholes isotrópicos y compuestos organoclorados, altamente contaminantes ambos, prohibidos en la mayoría de los países; que, en fin, cuando se llama la atención sobre la urgente e insoslayable necesidad de revertir estos procedimientos tradicionales, se tiene por una molestia o, incluso, por una rémora inasumible, como hace poco leíamos en el Boletín de marzo y abril de 2009 del Gremio de las Artes Gráficas en Cataluña. Apenas nos preocupamos de las modalidades alternativas que podríamos utilizar para minimizarlo, de la secreción constante de carbono a la atmósfera, de un sistema de distribución confuso y descentralizado que obliga a las distintas redes a hacer miles de kilómetros sin la certeza de que, al menos, se producirá la venta.
Y queda la última de las dimensiones por nombrar, la cultural, la que suele tomarse como su dimensión más consustancial, porque hoy en día resulta simplemente inconcebible que un libro, que es al fin y al cabo parte del patrimonio cultural intangible de una nación, no esté a disposición de quien lo solicite, que quepa argüir que ese objeto esté descatalogado, agotado, desaparecido, porque esa es una forma de dilapidación evitable que es solamente fruto del funcionamiento y la consiguiente lógica de una industria todavía ligada a las máquinas, no a lo digital. A esto deberíamos añadir, qué duda cabe, el hecho de que, entretanto, haya nacido y se haya desarrollado una nueva generación cuya mediación natural hacia el conocimiento no es ya, solamente, ni siquiera principalmente, el papel y su lógica discursiva inherente. Demandan nuevas formas de interacción, participación, cocreación, que no siempre pueden encontrarse en los libros tradicionales. No abogamos, en absoluto, por la abolición de los libros, porque si de algo trata este libro es de cómo repensar los libros y el papel de todos los que forman parte de su nueva cadena de valor, pero sí será necesario aceptar que existirán nuevas formas de crear, editar y leer, ediciones enriquecidas o aumentadas o como se las quiera denominar, que obligarán a muchos editores a adquirir nuevas competencias y redefinir en gran medida su oficio.
Esos tres factores sumados –el económico, el medioambiental y el cultural– nos hablan de una crisis estructural y sistémica, no de un mero cambio o trance comprometido. A finales de 2008 era censurable y políticamente incorrecto hablar del sector del libro en términos de crisis, de tal forma que nuestros planteamientos, desarrollados tanto en los artículos de la revista Texturas como en nuestros propios blogs, fueron ciertamente puestos entre paréntesis o vistos con un marcado escepticismo, cuando no desdén. Por entonces, recordarán algunos, se hablaba del libro como un «producto refugio» y, ante la inminencia de las fiestas navideñas, se le consideraba como el «regalo seguro» por excelencia. Representantes de libreros y editores declararon por esas fechas a los medios que «el libro no notará la crisis». El libro superaba al ladrillo y el sector no debía temer nada de los discursos catastrofistas de los críticos y escépticos antisistema (del libro, se entiende). La inercia de las creencias empresariales llevó a juzgar erróneamente las condiciones del nuevo escenario.
Gran parte de nuestros anteriores escritos no se limitaban a alertar acerca de los cambios que empezaban a observarse, sino que anticipaban ya los efectos de la crisis sobre el mercado del libro, como se constató más tarde de varias maneras: descenso del consumo y librerías vacías en un país como España, donde los niveles de compra y lectura –por mucho que la Federación de Editores se empeñe en lanzar interpretaciones voluntaristas que infundan optimismo– nunca han superado el 25% de la población, cantidad a todas luces insuficiente para mantener el volumen desmedido de producción de una industria con más vocaciones editoriales que lectores; aumento de las devoluciones, con un efecto tsunami desde noviembre de 2008 hasta septiembre de 2009 que torpedea la línea de flotación de muchas de las editoriales que estaban ya prácticamente ahogadas; cierre de varias distribuidoras regionales, incapaces de sostenerse en un mercado tan heterogéneo
y minorista con los pocos ingresos que podían obtener mediante los márgenes habituales.
La tesis principal de todos esos escritos, que algunos de nuestros colegas sí recogieron entonces, era en cambio que la crisis no era tan solo un momento circunstancial que, inevitablemente, afectaría al mundo del libro en tanto que sector de producción y consumo incorporado como otro más a la lógica económica del mercado capitalista y ultraliberal; que, al contrario, lo que estaba emergiendo era una profunda crisis macroestructural del sector. Lo que nuestros análisis pretendían desbrozar eran las señales, los hitos indicadores del surgimiento de un nuevo paradigma que estaba afectando ya en el día a día a todos los actores implicados en la producción y venta del libro.
La identificación de las tendencias sociales, de mercado y aquellas específicas del sector nos ayudaron a identificar los «aplanadores» que estaban afectando de forma global, aunque de manera distinta, a cada uno de los subsectores del mercado del libro. Este planteamiento teórico nos permitió arrojar luz sobre los cambios que el sector del libro en España estaba viviendo en los últimos años y determinando la aparición de un nuevo ecosistema, propiciando así el surgimiento de un nuevo paradigma del sector, que necesariamente iba a obligar a los distintos agentes a abordar un proceso de profunda reingeniería en sus modelos de negocio y en sus estrategias empresariales.
Los editores, en ese sentido, debían por un lado tomar conciencia de que la sobreproducción editorial estaba provocando serios desajustes entre la oferta y la demanda, creando una situación económicamente inviable y socialmente insostenible; y, por otro, debían empezar a desarrollar la sensibilidad wiki que les permitiera introducirse paulatinamente en el entorno digital, como vía de apoyo cruzado a su producción editorial, en un intento de recuperar el liderazgo en la cadena de valor del libro. Los distribuidores debían abordar un necesario proceso de modernización de sus flujos y procedimientos de trabajo, afrontando la obligada diversificación de sus servicios por paquetes, separando de una vez las tareas propiamente dedicadas a la logística y el almacenamiento de las relacionadas con el marketing y la promoción, así como dar los pasos oportunos para una centralización de sus plataformas; es decir, debían avanzar rápidamente hacia un proceso de concentración. Finalmente, las librerías debían tomar conciencia de sus puntos débiles y afrontar en breve plazo alianzas estratégicas entre ellas generando apoyos cruzados en promoción y marketing con los editores, así como su incorporación a la realidad digital: la Red necesita y necesitará también buenos libreros.
Ya entonces despuntaba como realidad emergente el «paradigma digital», un horizonte ciertamente desconcertante para un sector anclado reciamente en sus convicciones mayormente inmovilistas, en sus «usos y costumbres». La recepción que por entonces generaba «lo digital» oscilaba entre el apasionamiento vehemente de los frikis y los gurús más geeks, hasta el escepticismo y el desprecio más ramplón por parte de la guardia pretoriana del sector y la sensibilidad algo adormecida de unas administraciones públicas sin demasiada comprensión hacia el nuevo entorno y ecosistema. Nuestras reflexiones intentaron entonces hacer hincapié en la necesidad de que el sector dejara de ver como una amenaza el entorno digital y que empezara a aprender este nuevo lenguaje, propio de la generación Google, y que se ha plasmado en la consolidación de la Web 2.0, donde la información está interconectada en redes complejas y textos densamente enriquecidos, mientras ya se otea en el horizonte virtual el surgimiento de la Web 3.7, o de la 5.2, según la expresión irónica acuñada por José Antonio Millán en el VIII Foro Internacional de Editores de la FIL de Guadalajara, México, 2009. La idea que transmitía intentaba hacer patente que la evolución de la web y tecnologías paralelas, unidas a la apropiación de los usuarios, se ajustaba mal a intentos de periodificarla y numerarla. En cualquier caso hoy se puede hablar abiertamente de una consolidación de la Red y una evolución hacia lugares insospechados. El mundo del libro debía comenzar a pensar de manera radicalmente diferente porque le ocurría algo parecido a lo que les sucede algunas veces a los estudiantes universitarios: conocían las respuestas pero les habían cambiado las preguntas. Por tanto, la edición y el mundo del libro en general estaban ante un problema.
El entorno digital y las nuevas tecnologías relacionadas con la Web 2.0, afirmábamos en nuestros escritos, «son la mayor oportunidad de rediseño estratégico que el sector del libro ha tenido desde la aparición de la imprenta». Lo que no se acababa de entender por entonces es que «la tecnología supone una posibilidad real de deconstrucción radical de la cadena de valor, y esto obliga a los diferentes actores del sector a replantear y resituar su posición y su participación en la misma». Es decir, no se trataba tanto de adoptar esta o aquella tecnología, adquirir este o aquel cacharro, invertir en este o aquel soporte, como de abordar seriamente un replanteamiento de estrategias y un cambio en la manera de pensar y repensar el diseño de una nueva cadena de valor digital para el sector. Dicho de otra manera: se trata no solamente de digitalizar un fondo de catálogo, sino de aprender a gestionar digitalmente la cadena de valor de unos contenidos que acabarán morando en unos u otros soportes, adoptando unos otros formatos, siendo o no capaces –de acuerdo con el tipo de textualidad de la que hablemos– de decirnos algo más de lo que el texto tradicional de un libro en papel pueda decirnos.
Todas las conclusiones a las que llegábamos incidían en la necesidad de que los distintos actores debían cobrar conciencia de que estábamos asistiendo a un verdadero cambio de paradigma, del analógico al digital, de la memoria vegetal a la memoria de silicio, que los cambios tecnológicos venían acompañados de profundos cambios de mentalidades, y que frente a generaciones más jóvenes, familiarizadas de manera casi intuitiva con el entorno digital, el sector del libro en España se estaba comportando ciertamente como un inmigrante o un turista digital, con torpeza, demasiadas cautelas y sin la sensibilidad wiki precisa para navegar por la Red y estructurar negocios en la misma.
Nunca, jamás, fue nuestra intención sacar los colores a nadie, ridiculizar un comportamiento o una situación, sino abrir vías de reflexión y espacios de confluencia para abordar una hoja de ruta de transición del sector. Se trataba, en nuestra opinión, de lograr aunar las voluntades, sensibilidades e intereses, tanto de editores como de distribuidores y libreros, como paso imprescindible para lograr formar un think tank profesional fuerte y con capacidad de liderazgo. Poner en marcha un sanedrín del sector parecía imprescindible. Para nosotros, la propia estructura gremial sectorial comenzaba a perder sentido porque parecía necesario y aún evidente abrirse a nuevas formas asociativas mucho más transversales, transdisciplinares y con numerosos nodos de fuentes de poder, democratizando profundamente el sector; en definitiva, a través de asociaciones en red. Y eso es así porque los retos de la transformación digital, de la construcción de una nueva cadena de valor gestionada digitalmente, exigen imperativamente formas de colaboración en red, transversales, donde grandes y pequeños entiendan que el beneficio mutuo pasa por la gestión colectiva y consensuada de muchos de los medios de producción y difusión digitales. Quizás este lenguaje le suene a alguien, y es que hubo un tiempo en que el control de los medios de producción se tenía por una forma de dominación incuestionable; hoy, cuando esos medios de producción son apenas controlables –al menos por ahora, en el momento en que escribimos estas líneas, con la algarabía de Wikileaks de fondo y la disputa sobre las modalidades de control de la Red y la amenaza de la censura sobre la libertad de los flujos de información–, las reglas del juego cambian y la riqueza de las redes radica, precisamente, más en la colaboración que en la disputa.
Dichas iniciativas pasaban por abordar un código de buenas prácticas comerciales «que delimiten, de forma clara, definitiva y estable, el buen funcionamiento del escenario del precio fijo, para evitar las incoherencias y ataques a la legitimidad que en la actualidad sufre el mismo»; planteaban la necesidad de elaborar un plan nacional de apoyo a la red de librerías independientes; y consideraban prioritaria la convocatoria de un Congreso Nacional del Libro que abordara, con carácter de urgencia, la elaboración de un plan estratégico para el sector en su conjunto.
Pasados los meses, algunos son los frutos que aquellas reflexiones han ido produciendo, lo que nos confirma que nuestro planteamiento no ha caído en saco roto. Gracias al impulso de representantes de Cegal (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías), y con la participación de un joven grupo de libreros y editores independientes y de representantes de los grandes grupos editoriales a nivel nacional, tuvimos ocasión de participar en varias sesiones de trabajo que tuvieron como fin la elaboración del borrador de un Código de Buenas Prácticas para el sector que se remitiría a la Fgee (Federación de Gremios de Editores de España) para su estudio; también se ha redactado el Plan estratégico para la economía del libro, que esperemos dé sus frutos a comienzos de 2012, el Plan de Apoyo a las Librerías, el Proyecto de los sellos de calidad en Librerías, la propuesta del Congreso Nacional del Libro, hoy apoyado y defendido por Cegal. Pues bien, todos estos temas habían sido objeto de reflexión y análisis en nuestros escritos anteriores, y en algún caso, como es el del diseño de un Plan de Apoyo a las Librerías, ha sido una constante en nuestras reflexiones.
Este libro, por tanto, bebe de las fuentes del blog Antinomiaslibro, nacido en el verano de 2010 en cuanto a la reflexión acerca de la estructura y desarrollo comercial y de marketing del sector; y de Futurosdellibro, nacido en el año 2006, el blog creado y mantenido por Joaquín Rodríguez, que persigue desde sus inicios interesarse por todos los asuntos que tengan que ver con la cultura escrita, sean estos el libro y la metamorfosis digital de su cadena de valor, sean las bibliotecas y la redefinición de su papel en la sociedad de la información ubicua, sean la escritura, la lectura y las nuevas formas de creación…En fin, todo aquello que de una u otra manera tenga que ver con lo que podría definirse ampliamente como cultura escrita, tal como en alguna ocasión ha sido postulado por Roger Chartier.
Toda la colaboración desarrollada en este texto parte de compartir profundamente unos principios fundamentales y responde a un código de trabajo que tiene los siguientes parámetros éticos, culturales y profesionales:
• Independencia: aunque trabajamos en diferentes empresas del sector, nuestra reflexión es única y exclusivamente personal. Solo nos representamos a nosotros mismos.
• Integridad: nos exigimos, de igual manera, los más altos niveles de ética profesional.
• Trabajo en equipo: los cambios que la industria necesita no provendrán del esfuerzo aislado de nadie, sino de la necesaria colaboración de todos los grupos de interés que, de una u otra manera, participarán en la nueva cadena de valor del libro.
• Respeto: nada más lejos de nuestra intención que realizar una entrada, un post o un comentario que pueda faltar al respeto a las personas. Discutimos sobre ideas, nunca sobre personas.
• Reflexión: nuestro principal empeño es abrir vías de reflexión y diálogo sobre el sector del libro y sus problemáticas. Nuestros blogs y nuestros textos están abiertos a colaboraciones de otros profesionales y evitan posicionamientos beligerantes o radicalismos irracionales.
• Modestia: no pretendemos saberlo todo, no tenemos la explicación completa de cada tema que analizamos. Sabemos que hay otros puntos de vista y estamos siempre dispuestos a escuchar otras voces y planteamientos alternativos. De hecho, un blog no es otra cosa que un laboratorio en abierto, que expone a la luz pública sus pocas certezas y sus muchos errores.
• Rigor: huimos del dogmatismo, la frivolidad o el cinismo. Intentamos fundamentar nuestras afirmaciones en un discurso coherente y racional, pero sin renunciar al humor y a la ironía inteligente.
• Debate: todas nuestras entradas son siempre una invitación a la conversación y al debate, a la discusión rigurosa, y al contraste de opiniones y planteamientos.
• Comunidad: estos blogs cumplirán su objetivo si son capaces de congregar a una verdadera comunidad, de convertirse en un ágora donde se sientan acogidas distintas voces que respondan a las diversas sensibilidades del sector del libro.
Por nuestra parte, y al margen de agradecer el seguimiento y buena acogida
que nuestros blogs han tenido entre colegas y profesionales del sector, seguimos
considerando imprescindible la conformación de nuevos espacios de reflexión. En un momento vital para el sector del libro, es de todo punto necesario el surgimiento de nuevos blogs, chats, revistas digitales y foros de debate critico que puedan aportar nuevas ideas y puntos de vista ante lo que presuponemos una reconversión muy profunda del sector. El viejo paradigma del libro, que hemos conocido hasta ahora, dejará paso en breve a un ecosistema y una cadena de valor del libro completamente nueva. Entre todos podemos construir un nuevo paradigma digital y líquido que articule un sector mucho más sostenible. Este es el gran reto al que nos enfrentamos.
Intentamos abordar, por tanto, en estas páginas, una línea de reflexión en torno al nuevo paradigma digital y sostenible del libro. Se trata de un texto arriesgado; no pretendemos hacer balance hacia atrás y, cual angelus novus, intentar arrojar luz sobre el campo después de la batalla, sino dibujar posibles escenarios, anticipar ecosistemas posibles e imaginar nuevos futuros del libro. Esto conlleva que el texto sea provocador y, con la mutación constante que invade al sector, nos podamos encontrar con que este libro tenga una caducidad inferior a la de un yogur, pero estamos firmemente convencidos de que el intento merece la pena. El hecho sustancial de encontrarnos en el interior del sector no significa que tengamos habilidades adivinatorias, sino que, producto de nuestras experiencias y situación profesional, tenemos un elevado nivel de información sobre el devenir digital de la edición. El debate papel vs. digital es un debate no solo falso, sino un callejón sin salida: es como si a la banca se le preguntara cómo han evolucionado sus nuevos canales (cajeros, operaciones telemáticas, tarjetas de pago, teléfono, etc…) en relación a las sucursales físicas, pues todos los canales y formatos conviven. Lo mismo ocurrirá, indiscutiblemente, con el libro. Mejor todavía: es posible que el libro en papel, tal como lo conocemos, encuentre el lugar que le corresponde en la configuración del nuevo ecosistema, liberado ya de la necesidad de producirse y distribuirse de manera sobreabundante, del perverso sistema de la devolución y la amortización contable; alejado, en fin, de todas las anomalías derivadas del funcionamiento de una lógica productiva predigital.
Confluyen, por tanto, en estas páginas dos líneas interpretativas muy claras, pero a la vez muy distintas: la profundidad y el rigor académico de Joaquín Rodríguez, y la experiencia comercial y profesional dilatada de Manuel Gil. Este libro es, así, un proyecto en colaboración. Nuestra idea de cara al futuro es abrir el abanico a nuevas formas de trabajo conjunto, todavía mucho más amplias en cuanto a la incorporación de otras voces y miradas. Estamos firmemente convencidos de que la agregación de conocimiento y reflexión será uno de los activos clave del futuro para el sector. Nos preocupa hondamente la deriva que muchos acontecimientos están teniendo, donde aparecen en el horizonte inclinaciones hacia modelos solamente sustentados por las grandes corporaciones en detrimento de los intereses de las empresas pequeñas y medianas, de los ciudadanos y de su privacidad. Nos preocupa porque entendemos que hay que conjugar lo económicamente sostenible con lo socialmente deseable. Y esto no siempre es fácil.
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