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El pasado once de abril (año 2015) falleció en París, a los 83 años, el gran editor francés de la izquierda: François Maspero. Maspero fue, sin embargo, mucho más que un editor, como él mismo se empeñaba en recordar siempre que se le presentaba la ocasión; no en vano fue también librero, periodista, escritor y traductor. La labor editorial se impone casi como una exigencia de los tiempos y de su pasado familiar, una responsabilidad con respecto a lo vivido: sus padres fueron arrestados y deportados en 1944 por el ocupante nazi. Unos meses después muere su padre en el campo de concentración de Buchenwald, y su hermano, en combate, con tan solo diecinueve años. Más tarde, en el contexto histórico de las guerras coloniales, editar no era tanto una opción como un imperativo. Así pues hay que leer el catálogo de Maspero como el resultado en ocasiones azaroso de las circunstancias que le tocaron vivir y de un cierto compromiso ineludible.
En 1955, con 23 años, Maspero abre su primera librería, a la que sucede una segunda, más grande y con más empleados: La Joie de Lire, en pleno Barrio Latino, una librería que será durante mucho tiempo (hasta que la primera FNAC abra sus puertas en 1974) la librería parisina más importante, además de un punto de encuentro de intelectuales opuestos a la guerra de Argelia. De ahí surge la necesidad de la edición, de este «carácter insoportable de las guerras coloniales [y de] la desilusión frente al comunismo soviético» nace el Maspero que se improvisa editor (y todo el lote qui va avec): el Maspero apasionado de la tipografía, el editor exigente y comprometido, el editor insobornable. El editor que, inevitablemente, incomoda al poder: por esa época se suceden los constantes secuestros de ediciones, los encausamientos, los pleitos, los atentados, que están a punto de llevar a la quiebra a la editorial. Ésta sobrevive únicamente gracias al apoyo de autores y lectores.
Allá por 1982, las ilusiones perdidas, Maspero abandona la editorial, dejando tras de sí un catálogo impresionante que es todavía hoy referencia ineludible de la edición crítica en Francia. Para él, la edición fue «un oficio en el que todo es imperfecto y en el que todo empuja a la perfección». Para él, como para cualquier editor de raza, un editor se define por su catálogo: «Un editor se define por su catálogo. Primero está el catálogo de los libros que ha publicado, pero después también está un catálogo para mí mucho más importante: el catálogo de los libros que no ha publicado; y yo estoy muy orgulloso de ver los libros que no he publicado. En una tercera categoría estaría el catálogo de libros que uno ha hecho que publiquen otros editores».
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